Una guía para este nuevo curso

Comienza un nuevo curso de alto voltaje en la Iglesia, entre otras razones por el cierre categorial que supone la segunda Asamblea del Sínodo sobre el matrimonio y la familia. Pero no solo sobre esta cuestión. Con toda probabilidad, habrá que esperar a la Exhortación Postsinodal para salir de dudas.

El proceso de aplicación del pontificado del papa Francisco en España dará una vuelta de tuerca con los nombramientos episcopales y designaciones de sedes, y con las acciones de una Conferencia Episcopal, que está de cumpleaños. Lo más importante, el Año de la Misericordia. Todo con misericordia, nada sin misericordia.

Un curso, en el que el pronóstico es de marejada a marejadilla, con el que vamos a percibir dónde están no pocos de los que han mudado la piel, y esperemos que no su identidad camaleónica.

Una buena guía para esto tiempos recios, -y no digamos nada los de la política-, que diría santa Teresa de Jesús, es la lectura pausada del nuevo volumen, en español, de las Obras Completas de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, VIII/1, editado por la BAC, y que está dedicado a la Iglesia. En concreto, la Iglesia como signo de los pueblos.

Ahí nos encontramos una joya, entre otras muchas: la homilía que el entonces Joseph Ratzinger pronunciara en la misa de acción de gracias por ala aprobación pontificia de la familia espiritual “Das Werk”, la “Santa Alianza”, Fundado por la Madre Julia.

Joseph Ratzinger comienza con una glosa del pontificiado de san León Magno, de los años 440 a 461. Período anda fácil. “La crisis más profunda de su época no fue de naturaleza político-militar; en la raíz de las crisis políticas siempre hay una crisis espiritual”, señala nuestro predicador.

Si bien es cierto que la Iglesia, después de Constantino, era libre, con la nueva libertad aparecieron nuevas tentaciones y peligros.

¿Cuáles? El primero, el sometimiento de la Iglesia y de la fe al poder político, la instrumentalización de la fe con fines políticos. ¿No puede estar ocurriendo también ahora? Y la segunda, y principal tentación, adaptar la fe a las corrientes intelectuales dominantes entonces. ¿No puede estar ocurriendo también ahora?

A partir de aquí invito a los lectores, en este inicio de curso, a disfrutar de este volumen, que evitará nerviosismo innecesarios.

 



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