La fibra sensible de monseñor Munilla

Se podría decir que don José Ignacio es un hombre de su pueblo para su pueblo; un obispo de una generación forjada en los ambientes adversos de sociedades secularizadas en las que la amalgama de ideologías se ha convertido en un freno para la propuesta cristiana.

Hace unos días ha ofrecido una interesante entrevista a “El Diario Vasco”, con motivo de la citada publicación, en la que se refleja la fibra sensible de su personalidad.  Profundo conocedor del “alma vasca”, don  José Ignacio expresa una pasión singular y muy fresca por anunciar el Evangelio, por hacer posible el encuentro de su gente con Jesucristo.

Son frecuentes las noticias en las que el obispo de San Sebastián es objeto de la crítica por parte de los sacerdotes de esa diócesis, o por parte de organismos intraeclesiales. Preguntado por la acusación que, el pasado mes de julio, le hicieron 96 sacerdotes, de gobernar la diócesis como su feudo, y de haber traído la división, contestó don José Ignacio que “como obispo, no pienso callar nunca cuando la fe sea cuestionada en el debate público. Cuando la crítica se dirige a la Iglesia, discerniré la conveniencia de hablar o callar. Pero cuando el criticado sea yo, tengo claro que no debo responder nunca. No he sido elegido obispo para defenderme a mí mismo, sino para defender a Cristo y a su Iglesia”.

Y añade: “Fuera del foco mediático, me estoy encontrando con todos los sacerdotes, tanto en los órganos consultivos diocesanos como en las reuniones de los arciprestazgos, ya que entiendo que es el lugar en el que tenemos que hablar de nuestros problemas internos.

El obispo de san Sebastián hace una radiografía precisa de su Iglesia. Señala don Jose Ignacio que “las estadísticas dicen que somos un territorio con un plus de increencia, comparando con el resto de España. Supongo que el influjo de las ideologías políticas es un factor explicativo de este fenómeno. Todavía hay resquicios de aquella sospecha marxista: “la religión es el opio del pueblo”. Y sin embargo, por poner un ejemplo bien conocido, la historia del sistema cooperativista de Mondragón inspirada por don José María Arizmendiarrieta sugiere otra cosa bien distinta”.

La clave es la perspectiva de la mirada. Y ahí está la del obispo: “Y recuerdo también lo que me dijo la madre de un heroinómano recuperado: “Yo pensaba que la religión era el opio del pueblo; pero ahora veo que la religión le ha rescatado a mi hijo del opio”. En mi opinión, necesitamos crecer en el ejercicio de la libertad, expresando nuestras convicciones. Todavía no hemos terminado de superar el miedo sembrado por el terrorismo y las ideologías totalitarias”.

José Francisco Serrano Oceja

 
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