¿Es verdad que Roma desconfía de los obispos españoles?

Cardenal Juan José Omella Fotografía: Pere Virgili.
Cardenal Juan José Omella Fotografía: Pere Virgili.

Durante estos días pasados se ha especulado no poco sobre la visita que los obispos españoles tendrán que hacer a Roma el próximo 28 de noviembre, una vez concluida la Asamblea Plenaria de otoño.

El motivo, esperemos que no aparente, es la presentación de las conclusiones del informe sobre los Seminarios españoles después de la famosa visita. Por lo tato, una reunión con el Dicasterio para el clero.

Vivimos en un tiempo en el que la agenda pública de la Iglesia la marcan los informes, que es como decir los informantes.

En principio, el hecho de que se haya convocado a todo un episcopado a Roma, con lo que eso supone, implica que la cuestión no es baladí. Si no fuera así, podrían haber venido los visitadores, o algún miembro destacado del Dicasterio del Clero, a España para explicar las conclusiones del informe.

Está claro que el mensaje es sacar a los obispos, que días antes se han pasado una semana trabajando en Madrid, en la Plenaria de la Conferencia Episcopal, de su entorno natural y llevarles a Roma, a otro entorno.

Sobre esta visita se ha dicho de todo. Se ha relacionado con las elecciones de la plenaria de primavera en las que se van a elegir los cargos de la CEE. No sabemos si incluso se va a resetear la CEE.  

Hay quien incluso la ha comparado, en el contexto de la cuestión de la pederastia y de los informes venidos y vinientes, con aquella de los obispos chilenos, que terminó en la presentación de la renuncia en pleno de aquel episcopado.

En la última rueda de prensa de la Conferencia, se produjo una curiosa situación que paso a relatarles.

El cardenal Omella inicialmente, a preguntas de una periodista sobre la visita, dijo literalmente que “unir ahora el tema de  la llamada del Papa a informarnos de lo que ha sido la visita a los Seminarios con este tema de los abusos sexuales no tiene nada que ver. Vengo de Roma, llegué el domingo por la noche, me dieron a mi la información del Dicasterio de que el Papa nos convocaba para darnos el Informe, junto con el Dicasterio del Clero, podemos unirlo, pero ahí no tiene nada que ver. Nos va a dar una información de cómo están los Seminarios, sí que pregunté, es que nos van a tirar de las orejas, no, el informe es positivo pero siempre hay cosas que tenemos que revisar, que arreglar, de cara al futuro, no podemos vivir de las rentas, igual que el Sínodo va pensando en cómo evangelizar en un mundo cambiante…”

 

Minutos después, un periodista dice que él ha podido consultar al Dicasterio del Clero y “me han comentado que el informe de los Seminarios no es especialmente positivo, me han utilizado el término de problemático”.

A lo que el cardenal Omella contestó: “Ya veo que los periodistas sois más agudos que los cardenales, porque yo pregunté y me dijeron que está bien, que siempre hay que retocar algunas cosas, y no digo más, porque no lo sé, si no, lo diría con confianza, pero tú has percibido más, eres más agudo y habrás tenido algún topo por allí. Te felicito. Vamos a ver lo que dice ahora, nos encontraremos con el Papa y nos dirán, y luego lo diremos,  ahora, diremos pero con toda tranquilidad, pero con mucho cuidado porque veo que tenéis topos por allí…”.

Entiendo que el cardenal Omella utilizó el término topo para referirse a lo que técnicamente los periodistas llamamos fuentes.

Topo, en el imaginario periodístico, es el que se infiltra en un grupo terrorista para sacar información. No voy a hacer una distinción ahora de tipos de fuentes, porque no viene al caso.

De lo que se deduce que, según apunta el cardenal Omella, no se puede relacionar la cuestión de la pederastia con la visita a Roma de los obispos españoles.

Y segundo, la clave está en los topos allí. Los que informan a los periodistas y no a los cardenales, según parece.

Clásicamente se decía que lo que de Roma viene es lo que a Roma fue. Hay que entender que no solo existen topos en Roma, también en España. No quiero ni imaginar lo que supone que la percepción que se tiene de los obispos españoles en Roma esté en manos de topos. Y lo mismo al revés.

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