Una entrevista a Monseñor Blázquez

Una de las estrategias más eficaces de presencia pública de las Universidades es la publicación de revistas sobre su vida, que además combinan noticias con expresiones de pensamiento e investigación al hilo de la actualidad.

Una muestra singular, en el hoy, es la revista Nuestro Tiempo, que dirige con acertada visión Ignacio Uría.

Contamos desde hace unos días con otro ejemplo, la Universidad Pontifica de salamanca ha sacado a la calle Compañía, que publica una entrevista desconocida para el gran público al arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal monseñor Ricardo Blázquez.

Don Ricardo, que no se prodiga excesivamente en este tipo de textos, ejerció como profesor en esa Universidad desde 1974 hasta 1988. Fue decano de teología desde 1978 hasta 1981 y Gran Canciller desde el año 2000 hasta 2005.

Preguntado por la contribución de la Iglesia a la vida pública, en particular a la vida política en nuestro país, don Ricardo señala que “el epitafio que lleva la tumba de Adolfo Suárez es “la concordia fue posible”, que es justamente los antípodas de lo que en un libro escribió José María Gil Robles: “la paz no fue posible”, a propósito de los años 30. Yo diría que la concordia fue posible en la Transición y es posible también hoy, y debemos trabajar todos por esta concordia. En aquel momento de Transición, a la Iglesia le ayudó mucho el que años antes se celebrara el Concilio Vaticano II, que situó a la Iglesia en otro horizonte. Hoy nosotros debemos trabajar por la concordia, la paz y la convergencia en lo fundamental, y la Iglesia trabaja en ello de manera conjunta”.

Otro de los temas que se aborda en la citada entrevista es de las prioridades de la Iglesia, que son, para el Presidente de la Conferencia Episcopal, la necesidad de “subrayar las intervenciones y acogernos al magisterio constante del Papa Francisco y estar en profunda sintonía con él. Desde el punto de vista de nuestra situación cristiana y apostólica de España me atrevo a subrayar la necesidad que tenemos de la iniciación cristiana, frente a la multiplicidad de tareas que a veces dispersan esta atención. Tenemos que centrarnos en aquello que constituye el fundamento de nuestra misión”.

Esta misión se da en “una encrucijada de la historia, y esto se ve por los malestares constantes, las protestas que surgen, el desasosiego generalizado... Nos inquieta la incertidumbre del futuro. Desde este punto de vista emergen realidades determinadas de la vida humana como es el fenómeno de la migración. (…) El mismo Papa hizo alusión al paro juvenil, en concreto en Andalucía. A mí esto también me preocupa muchísimo. En relación a los jóvenes que no encuentran trabajo, decirles que estamos con ellos, que comprendemos su problema, que queremos acompañarlos y colaboraren su esperanza para que no tiren la toalla, que aunque haya dificultades, no se retiren. Hay que estar ahí. Todos los partidos políticos y los ciudadanos, en general, debemos converger en estas tareas básicas que son pacificadoras para la existencia humana porque si estos problemas no se resuelven adecuadamente, es una fuente de inquietud, también para la paz social”.

            Por último, preguntado por la salud de la teología en España, don Ricardo afirma que “yo creo que no estamos en un momento brillante en lo que se refiere a la vida de la Iglesia. Estamos en un momento de apertura serena, con una dosis de paciencia y esperanza. Desde luego hay muy buenos profesores, preparados y dedicados con entereza e ilusión a su trabajo, que se merecen nuestra confianza por hacernos caminar”.

José Francisco Serrano Oceja

 


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