Con don Santiago Calvo sobre la historia de nuestra Iglesia

Imagen a raiz de las medidas provida de Castilla y León.
Imagen a raiz de las medidas provida de Castilla y León.

La historia de Castilla es la historia de lo que permanece inalterable en el tiempo. 

En un más que caluroso día de esta pasada semana, me llegué hasta el pueblo de Cuenca de Campos, población cercana a Villalón de Campos, provincia de Valladolid. 

Tengo que confesar que la distancia que me separaba de Cuenca de Campos no era mucha. Andaba yo entonces pregonando por el norte de los Campi Gothorum, que dicen los clásicos, en Melgar de Arriba. 

Ortega y Gasset, que no escondía su condición de castellanófilo, llegó a escribir que dentro de España sólo Castilla tiene verdadera historia. Unamuno, que buscaba la definición del ser castellano, la encontró en el paisaje que le dio forma: uniforme, duro, solitario. 

El hombre en Castilla se achica en los campos infinitos, esos campos de los que García Morente decía que son solo campos. 

Allí, en Cuenca de Campos, me encontré con uno de los sacerdotes españoles que esconden en su memoria, en su vida, gran parte del secreto de la historia de la Iglesia en la España contemporánea. 

Estoy hablando de don Santiago Calvo, que fuera secretario del cardenal Marcelo González Martín. Don Santiago acaba de terminar, junto con los sacerdotes José Luis Galán Muñoz y Alberto José González Chaves, una completísima biografía de don Marcelo.

Tuvimos, por tanto, tiempo, mucho tiempo, para desentrañar algunos episodios de lo que ha pasado en nuestra Iglesia. El protagonista fue don Marcelo. 

En la conversación, en la mesa y en el tiempo posterior de tertulia, aparecieron infinidad de nombres, hombres, mujeres, datos, fechas. Hablaban los documentos, los papeles, más que la memoria, aunque también la memoria.

 

Frente a una historiografía dominante de lo acontecido en la Iglesia en la España reciente; ante un olvido, no pocas veces interesado, de personalidades como la de don Macelo; ante el proceso de mitificación de algunos otros protagonistas, es hora de dejar hablar a los documentos. 

Eso es lo que ha hecho don Santiago, con los dos sacerdotes que le han acompañado, en ese trabajo. Y lo ha hecho a conciencia. 

Sólo nos queda desear que la edición de esa biografía de don Marcelo, de seguro con cerca de mil páginas, esté pronto en nuestras manos. 

Lucien Febvre en sus meditaciones sobre la tarea del historiador dejó claro que “toda historia es elección”. El historiador, que es periodista de los hechos pasados, “no va rodando al azar a través del pasado… sino que parte con un proyecto preciso en la mente, un problema por resolver, una hipótesis de trabajo que verificar”. 

Es lo que ha hecho don Santiago Calvo, entre campos de dorada eternidad sentida. 

Post data: Faltaban allí algunos buenos amigos a quienes recordamos reiteradas veces. Una forma de presencia. 

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