La destrucción creadora

La destrucción creadora.
La destrucción creadora.

Un par de amigos, de esos en los que uno se fía, me habían hablado muy bien del libro “La destrucción creadora. Cómo afrontar la crisis en las organizaciones motivadas por ideales” (Ciudad Nueva).

Su autor es Luigino Bruni, profesor de economía política, miembro de los Focolares.

Tranquilos que no se trata de explicarnos la teoría de Schumpeter.

El trabajo es una recopilación de artículos publicados en el diario de la Conferencia Episcopal Italiana “Avvenire”. En el libro, que me ha parecido quizá menos tractivo de lo que suponía, pero con un alto interés para el universo eclesial hodierno, se mezclan las ideas contrastadas de la teoría económica y política sobre las dinámicas piscosociales de las organizaciones y una notable reflexión teológica y espiritual sobre la relación entre carisma e institución.

Vendría a ser, para que se entienda bien, un manual destinado a todos aquellos que tienen alguna responsabilidad en movimientos e instituciones religiosas, lo que el autor denomina “organizaciones motivadas por ideales”. También por cierto serviría para los párrocos, responsables de colegios, universidades, etc....

De hecho, Bruni señala en el libro que “el espíritu que motiva este ensayo es ayudar a reconocer los primeros signos sutiles de decadencia para actuar cuando el proceso aún es reversible”. 

Está claro que hay una música de fondo del libro que acompasa con lo que el Papa Francisco está proponiendo en la Iglesia. Esa reforma, renovación, desde la vivencia primigenia del Evangelio y de los carismas, es decir, de los ideales.

Mientras leía el libro, me acordaba de la situación de no pocas Congregaciones e Institutos de Vida Religiosa. También de aquellas instituciones eclesiales que ahora están en la transición entre la segunda y la tercera generación, entre quienes conocieron la fundador, y vivieron con él, y quienes ya no le conocieron.

Plantea cuestiones tan interesantes como el desplazamiento entre el carisma y las obras, o el papel de los miembros más díscolos, llamémosles singulares, por la práctica de la libertad que propugnan. “Durante la crisis de calidad ideal, -apunta nuestro autor- por lo general el primero en protestar es el que más interés tiene en la calidad que se está perdiendo”.

 

Otro aspecto que me ha llamado la atención es el referido a una grave enfermedad autoinmune que tiene ver con el miedo a perder la originalidad y la identidad específicas del carisma del fundador. Y cuyo síntoma más visible es la incapacidad de atraer a nuevas personas generadoras y de calidad.

Aborda otros muchos aspectos del tema principal, que no voy a referir aquí. Quizá tenga este libro algo de síntesis de lo que es la experiencia misma de la historia de la Iglesia en sus dinámicas institucional y carismática.

Un libro que debiera dar que pensar en este momento de la historia de la Iglesia. Y del mundo, cómo no.

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