Curas con olor a gasolina

Nuevos sacerdotes en Francia.
Nuevos sacerdotes en Francia.

El próximo lunes, publicaremos, si Dios quiere, en Religión Confidencial, la reseña de un libro que me ha dado que pensar. Se trata de “Sacerdotes rotos” de Gérard Daucourt (Sígueme).

No voy a anticipar lógicamente lo que diré. En varios países de nuestro entorno, las Conferencias Episcopales han hecho investigaciones sobre cómo están los sacerdotes. En España, que yo sepa, nada de nada.

Es más. Hicieron una visita a los Seminarios españoles no hace mucho un par de obispos uruguayos, y aún no hay noticias de su informe. Al menos, públicamente. 

Por otra parte, he leído en la edición española de la Civiltá Cattolica un artículo de Giovanni Cucci sobres esta cuestión que me ha dejado un poco de hielo.

Dice este autor que en Francia, el 25 de noviembre de 2020 se presentó un estudio financiado por la Conferencia Episcopal Francesa (CEF) y la Mutualité Saint Martin sobre la salud de los 6.400 sacerdotes diocesanos menores de 75 años que trabajan en las 105 diócesis. Respondieron a la encuesta más del 50% del clero (3.593).

En el artículo se lee: “La gran mayoría de los sacerdotes (70%) trabaja en la ciudad, y el resto (30%) en zonas rurales. El 14% tiene una sola iglesia o capellanía a su cargo; el 40%, al menos cinco; el 20%, más de 20; el 7,5% llega a 40. La carga de trabajo media es de 9,4 horas diarias, pero el 25% de los sacerdotes tiene que recorrer 1.200 kilómetros al mes para estar presente en los distintos lugares; otro 17% hace entre 2.000 y 5.000 kilómetros. Uno de ellos confesó que no es pastor con olor a oveja, sino con olor a gasolina…”. 

Ojo al dato, en Francia se han producido siete suicidios de sacerdotes en cuatro años.

El problema fundamental con el que se encuentran los sacerdotes es la soledad o el aislamiento. “El 54% de los sacerdotes –dice Cucci- están solos, aunque puedan tener alguna ayuda en casa o en la iglesia. El 20% presenta síntomas depresivos, frente al 15% de los que viven en una comunidad sacerdotal. El 9% padece depresión moderada, y el 3% de moderada a grave; esto hace un total de 240 sacerdotes”.

El 40% siente un bajo grado de realización personal y malestar en relación con sus obispos; dos de cada cinco sacerdotes tienen problemas con el alcohol y el 8% son adictos. Lo que más preocupa a los obispos es que el 2% de sus sacerdotes sufre de forma grave de burnout: el 7% experimenta “fatiga de forma elevada” y el 76% de forma débil; sólo el 15% parece estar exento.

 

También en Italia se han realizado estudios sobre el malestar entre los sacerdotes. Una investigación realizada en 2005 en Padua (una de las diócesis donde hay más sacerdotes, 806 en el momento de la investigación) muestra resultados muy similares a los encontrados en Francia.

Por cierto que se reconoce en el estudio que un mayor grado de formación – doctorado, vida universitaria – parece proporcionar una mayor protección frente a los problemas de la vida, aumenta el interés y la curiosidad por saber.

Pero la formación es razón necesaria, pero no suficiente. La clave está en una profunda vida espiritual, de unión con Cristo sacerdote, centrada en la eucaristía, la oración, la entrega en el servicio, el servicio también sacramental, la que permite tener el tanque bien lleno. Máxime cuando aún se debaten los modelos de sacerdocio, cuando en cada época se aporta un perfil ideal y parece que se incide más en las diferencias, y en no pocas originalidades, que no en lo sustantivo común.

La vida espiritual del sacerdote, ministro de la eucaristía y de la Palabra de Dios, ministro de la caridad y de la reconciliación, es lo que hace que los fieles lacios nos nutramos de esa vida plena de amor a Dios y a los hermanos.

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