La corrupción, a examen

En el reciente comunicado conclusivo del final de la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, -un texto que ha pasado más inadvertido de lo que debiera-, se hacía un referencia no menor a uno de los problemas más graves que acechan a la sociedad española, la corrupción. Un fenómeno que bien merecía un pronunciamiento autónomo, y no solo por el argumento utilitarista de qué es lo que va a decir la historia de quienes hemos vivido en el presente.

La revista Palabra, ejemplo de publicación eclesial destinada principalmente a los sacerdotes, ha publicado un número, el del mes de diciembre, en el que aborda de lleno este problema. El amplio reportaje cuenta, entre otras, con las opiniones del cardenal Fernando Sebastián, de José María Torralba, profesor de Antropología de la Universidad de Navarra y del magistrado del Tribunal Supremo, José Luis Requero.

Un número, éste del mes de diciembre de la Revista de la editorial del mismo nombre, que bien merece una atenta reflexión desde la conciencia cristiana. En España hemos vivido en no una, en muchas ficciones, que se han convertido en espejismos. Las más peligrosas, las ficciones o espejismos antropológicos que subyacen a ciertas propuestas educativas y culturales. ¿Cuál es la ficción y cuál es la realidad sobre ese fenómeno, es decir, sobre el hecho de la corrupción en España en este momento? Una corrupción que no está localizada en un solo ámbito, ni ligada a un solo partido político, ni ideología, ni empresa. Por tanto que se ha introducido como un virus en el sistema. Si la corrupción no es una enfermedad senil de la democracia española, que está clamando un rejuvenecimiento, una regeneración, ¿qué está pasando?

Son demasiado años en los que la democracia española está sufriendo la lacra de la corrupción. Recordemos aquellos ochenta que hicieron que los obispos escribieran algunos textos en orden a una propuesta de regeneración moral. En la Instrucción pastoral “Los católicos en la vida pública” de abril de 1986, los obispos señalaban las siguientes causas que degradan la convivencia: someterlo todo al éxito personal, a la posesión del poder, a la eficacia o al dinero. El 20 de noviembre de 1990, los obispos hicieron público el documento “La verdad os hará libres. Instrucción pastoral sobre la conciencia cristiana ante la actual situación moral de nuestra sociedad” en el que se decía: “El poder, a menudo, es ejercido más en clave de dominio y provecho propio que de servicio solidario al bien común. Se ha extendido la firme persuasión de que el amiguismo o la adscripción a determinadas formaciones políticas son medios habituales y eficaces para acceder a ciertos puesto o para alcanzar determinado “status” social o económico”. En España hemos estado más preocupados por el tener que por el ser.



 
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