Comunión y Liberación ante el 23J

Comunión y Liberación.
Comunión y Liberación.

No es que hayan sido muchas la voces que se han dejado oír, o escuchar, estos días pasados, ofreciendo criterios morales a la hora de lo que se ha denominado el voto en conciencia. Un voto que está en las antípodas del voto ideológico.  

Y no me refiero sólo a los obispos, que también. Me refiero a los sujetos sociales católicos, individuales u organizados, que tengan la mínima capacidad de hacerse notar públicamente.

Excepciones siempre las hay, y suelen ir en la misma dirección.

Lo ideal, ya sé que existe el ideal y la distancia con la realidad, es que se hubieran escuchado voces plurales, que incluso hubiera habido un diálogo entre perspectivas que tienen más coincidencia en lo común que en lo diverso.

En la Iglesia hoy, al menos en España, hay una evidente y notable carencia de diálogo público, de opinión pública, que está haciendo que se desarrollen determinadas dinámicas poco evangélicas.

Priman los monólogos amplificados y la confrontación de los monólogos. Sé de lo que hablo, incluso, por experiencia propia de lo que me ocurrió en las vísperas de las pasadas elecciones con una diócesis.

De entre las propuestas que he leído de cara al 23 de julio me quedo con la de Comunión y Liberación, que me ha sonado a los mejores tiempos de Comunión y Liberación. 

Su manifiesto es de un realismo notable. Lo pueden consultar íntegro aquí: 

¿Por qué le doy tanto valor? No sólo por lo que dice, que ya en sí representa una síntesis notable, sino por el acierto en el análisis de la realidad española que subyace a su propuesta.

 

Les ofrezco aquí su síntesis final, a modo de llamada.

“En síntesis, nuestro voto debe apoyar una fórmula política (viable) que promueva:

- Revitalizar el Pacto Constitucional, porque protege un estilo de convivencia que se acerca o hace más factible la «amistad cívica». Sabiendo que no es perfecto, no se atisba una alternativa mejor a este marco.

- El respeto y dignidad de las instituciones, porque eso favorece una convivencia tranquila y previene frente a las arbitrariedades del poder.

- Más sociedad y mejor Estado. El Estado tiene una importante función al servicio del bien común, pero rechazamos el adoctrinamiento ético y el intervencionismo cultural, especialmente reflejado en algunas leyes recientemente aprobadas. Por el contrario, el Estado debe respetar y valorar a los diversos sujetos sociales.

- La libertad de los sujetos sociales y la valoración positiva de su aportación al bien común de familias, asociaciones y comunidades religiosas.

- La libertad de educación es un derecho fundamental, también es la mejor garantía para el pluralismo y la convivencia armónica.

- La libertad de la Iglesia es para nosotros una cuestión capital, porque el hecho de que la Iglesia exista con todas sus dimensiones coincide con el bien del mundo.

- La valoración de la familia como factor esencial de educación, de armonía y de estabilidad, y como ámbito privilegiado para cuidar y promover la vida.

- La cohesión social y la viabilidad del sistema de bienestar, teniendo muy presentes a los más vulnerables: parados de larga duración, inmigrantes, ancianos solos, enfermos terminales y los no nacidos”.

Comentarios