Comulgar con ruedas de molino

Jesús en la Cruz.
Jesús en la Cruz.

    A mí, determinadas batallitas eclesiales me dan grima. Sobre todo ahora que no llegan al 14% los matrimonios que se celebran por la Iglesia, en un momento en el que la relación entre las parejas que viven sin casarse y las que se casan es la que se imaginan. Y no voy a decir nada del número de bautizos. 

Y no me hagan hablar del número de jóvenes en los Seminarios. Por cierto que algún día próximo les contaré la lista de Seminarios españoles que han puesto el cartel de cierre definitivo en el pasado mes de julio. 

Dicho lo cual, un más que amigo me contó hace días lo que le había ocurrido en una iglesia, en una ciudad en la que en el verano la población se duplica con los visitantes y turistas. 

Asistía a misa a primera hora de la tarde. Bajaba con mucho la media de edad de las personas que estaban en la eucaristía. Me dijo que, a la hora de ir a comulgar, no hace causa de la forma, o en la boca o en la mano. Naturalmente comulga en la boca, pero si ve que no hay nadie que lo hace así, extiende la mano. 

En esa ocasión, no se dio cuenta, me apunta, y a hora de acercarse al sacerdote, se quedó con las manos atrás, lo que hizo que el celebrante le dijera que comulgara en la mano. Cosa que hizo. 

A la salida del templo, se encontró con el sacerdote. Se acercó a él y le comentó que le gustaría que le dijera por qué no le había dado la comunión en la boca. 

La conversación que se produjo fue del siguiente tenor. 

- Me disculpa, quisiera hablar con usted para saber cuál es la razón por la que no me ha dado la comunión en la boca, si no le importa.

    - En esta Iglesia seguimos las indicaciones de la Conferencia Episcopal de no dar la comunión en la boca por razones sanitarias.

 

    - Sí hubo unas normas de la Conferencia Episcopal que luego dejaron de estar vigentes ante el cambio de situación pandémica. Pero eso fue hace ya tiempo.

    - El obispado de XXXX nos ha pedido que no demos la comunión en la boca.

- Que yo sepa no hay tal disposición pública por parte del obispo de esta diócesis, si es privada a ustedes no lo sé, pero me extrañaría.

- Nosotros aquí no damos la comunión en la boca. No quiero morirme porque tú comulgues en la boca. 

- No se me ocurriría hacerlo, si yo supiera que usted iba a morirse por tal causa. Además, si ahora la Iglesia ha vuelto a decir que volvemos a la situación anterior y podemos comulgar en la boca, no creo que la Iglesia sea tan insensata. Y tengo que decirle que todavía no he encontrado pruebas científicas que demuestren lo que usted afirma.

- Jesús no dio la comunión en la boca. 

- Discúlpeme pero ese argumento es una anacronismo histórico. Usted no estuvo allí, ni hay grabaciones sobre cómo se hizo la última cena, solo tenemos la tradición y además la evolución de las forma histórica de recibir la comunión tienen un sentido. 

- Tomad y comed, dijo, y eso está claro.

- Cierto, pero si usted tuviera que hacer y decir lo mismo que Jesús en la última cena, como me está sugiriendo, sería un espectáculo.

- Esta conversación no me interesa.

- Disculpe, yo quiero hablar y dialogar con usted sobre una decisión que tomó que me ha interpelado. 

- Esto –marchándose de dónde estaban hablando- responde a una campaña de esas…

- Perdone, de campañas nada. Lo que le estoy intentado decirle es que esto es una cuestión de libertad y de derechos. Del derecho de los fieles y de la libertad de recibir de una forma u otra la comunión…

- No quiero seguir habando con usted. Y le pido que no vuelva por aquí más. 

- Me voy, pero le aseguro que volveré cuando lo considere oportuno. 

    Estoy seguro que los lectores sacarán sus propias conclusiones. No voy a profundizar en esta cuestión. Si traigo aquí esto que le ha ocurrido es porque me parece significativo, no por el caso de la forma de la comunión, sino por determinadas actitudes eclesiásticas. 

Creo que no debo añadir nada más. Solo un apunte, si me lo permiten, de carácter antropológico. Soy consciente de que ese sacerdote nunca ha dado de comer a la boca ni a sus hijos pequeños, ni a su mujer, ni a la persona que ama, como gesto, precisamente, de amor, de intimidad, incluso de donación y respeto. 

    Por cierto, si ustedes se preguntan cómo comulgo yo, les diré que, después de discernirlo y hablarlo con personas autorizadas, ahora ya lo suelo hacer en la boca. 

Pero no hago problemas si tengo que hacerlo en la mano sobre todo cuando estoy en una iglesia que no frecuento habitualmente y veo que nadie lo hace en la boca. No me gusta que el sacerdote señale de una forma o de otra a nadie por la manera de comulgar. 

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