Ya sé cómo se contagia la santidad

Una pareja de novios. foto: Pinterest.
Una pareja de novios. foto: Pinterest.

No soy de los que piensan que el periodismo es un ejercicio gimnástico, o gramatical, del yo. Por lo tanto, lo que nos pasa a los periodistas no tiene excesivo interés. 

Sin embargo, voy a relatar algo de lo que viví el pasado sábado. Entre otras razones porque el protagonista no fui yo, ni los míos, sino un matrimonio de amigos, Esperanza y José María, es decir, Espe y Chema, que celebraban sus bodas de plata matrimoniales.

Lo digo a efectos no solo de la singularidad del acto sino de la ejemplaridad testimonial de lo vivido.

La ceremonia se celebró en un precioso día, en Oviedo, en la Iglesia de las Benedictinas, vulgo las Pelayas, creo.

Impresionante presbiterio con el no menos impresionante baldaquino. Música bien cuidada, celebración preparada con primor, con un sacerdote de lujo, nuestro querido don Francisco Sánchez Gutiérrez, y con su fiel acólito, mi buen amigo Almagro, y entre el público, no muy numeroso, la familia y los amigos.

Por cierto, los asturianos a un lado y los cántabros a otro. Como dicen los ingleses, una valla hace un buen vecino.

Avanzaba la ceremonia. La homilía, fuera de papeles, es decir, de la abundancia del corazón, habla la boca, casi patrística. Renovación del compromiso matrimonial y bendición de los esposos, entrega de los anillos, etcétera.  

Cuál fue mi sorpresa cuando, al término de la celebración eucarística, es decir, antes de la bendición, veo que el acólito le acerca al sacerdote una preciosa custodia para exponer el Santísimo Sacramento.

Comenzaba un momento de adoración y acción de gracias de los presentes por los veinticinco años de este matrimonio que ha entregado su vida al Señor y a la Iglesia. Aquí, en lo de la Iglesia, hago un mutis argumental.

 

Una entrega no sin cruz. Díganme qué realidad humana y cristiana hay que no lleve su parte alícuota de cruz. La sombra que siempre proyecta la cruz es un contraluz que clarifica y purifica todo acto de amor, que fecunda.

Al grano, he aquí parte del texto de la acción de gracias que leyeron los buenos de Espe y Chema.

Y lo hicieron en medio de un silencio sepulcral, con la luz de sol que arrasaba el espacio sagrado de la amistad, con ese característico olor a incienso, que se eleva al Padre, purificando los tiempos y espacios solemnes de nuestra vida. No les digo cómo sonaron estas palabras pronunciadas con el todo de un nuevo cantar de los cantares, quizá el de la pura vida:

“Señor Jesús, qué gran regalo llegar juntos a este 25 aniversario y poderlo celebrar ante ti, que eres la fuente de nuestro amor. Nos sentimos profundamente agradecidos por tanto don inmerecido, que no cesa de hablarnos de lo mucho que nos amas. Queremos darte las gracias…

            …

Para terminar, no queremos dejar de agradecerte por tantos y tantos matrimonios que ya no están entre nosotros físicamente, pero que desde la Creación del mundo han sido eslabones necesarios para conformarnos como personas y como matrimonio, y que son toda nuestra genealogía.

Como reconocimiento a ellos, queremos pedirte que los tengas entre tus santos y elegidos, con el canto del PIE JESU. Os invitamos a uniros en silencio a esta plegaria para pedir también por los vuestros. Su letra dice: “Piadoso Jesús, que quitas los pecados del mundo, dales el descanso. Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dales el descanso eterno”.

Para finalizar nos queremos consagrar a ti como hacemos cada día para pedir la bendición de tu bondadoso corazón con esta breve plegaria.

Abridme oh buen Jesús,

Las puertas de vuestro Sagrado Corazón,

Unidme a Él para siempre,

Que todas las respiraciones y

Palpitaciones de mi pobre corazón, aún

Cuando esté durmiendo, os sirvan de

Testimonio de mi amor y os diga sin cesar:

Señor, te amo.

Recibid el poco bien que hacemos,

Y dadnos tu santa gracia para reparar

Todo el mal que hemos hecho.

Para que te amemos en el tiempo y os alabemos

Por toda la eternidad. Amén.

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confiamos”.

Puedo asegurar que ese momento, de rodillas, allí, ante el Señor de la historia, junto a mi santa, me supo a gloria, a eternidad. Me supo a amor de Dios, a amor de matrimonio, a amor de hermanos.

 Cuando, en el día a día de la vida, nos vemos con Espe y Chema, y con el resto de la panda, siempre hay algo que dicen que me sorprende, que me llama la atención, que me llevo para seguir rumiándolo.

Ya sé cómo se contagia eso que se llama santidad. Lo he aprendido. Creo que se lo he contado.   

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