La clase del flis-flis

La clase de religión. Bendita clase de religión. Desde que los obispos de la Comisión Permanente, en su comunicado conclusivo de la última reunión, se refirieran a las horas lectivas de la clase de religión, se ha destapado la caja de los truenos.

Dicen quienes saben de educación en el Partido Popular que hay que distinguir cada vez más entre la política educativa del ministerio y la del partido, o la de los clásicos, castellanos, del partido. Y en esas andamos, porque lo que nunca pensarán los clásicos de la educación del partido de Rajoy es lo que dicen que piensan los técnicos del ministerio. Y ya sabemos que lo que se piensa se acaba sabiendo. Hombre, o mujer, que los obispos, perdón, la Iglesia, de Educación algo sabe. Por lo tanto, hasta pueden dar lecciones.

Hete aquí que el arzobispo de Oviedo, monseñor Jesús Sanz Montes, que tiene las ideas claras y fácil el manejo de la escritura, de los conceptos y, sobre todo de las metáforas, escribió una carta a sus fieles, una de esas, de las suyas, en las que llamaba al pan, pan, y alvino, vino.

“La piqueta del poder” se titula la misiva, en la que se decía, entre otras muchas cosas, que “de un lado la beligerancia excluyente de unos, que por encima de derechos de padres y de acuerdos internacionales no cejan en su goteo perforador para terminar con lo que ellos consideran una intrusión en los planes de estudios invocando el carácter privado que ellos imponen a la religión; de otro lado el susto acomplejado de otros que piensan que para no ser etiquetados de serviles beaturrones lo mejor es un par de flis-flis de spray progre para dar la impresión de que también ellos toman distancia del inexistente dictado eclesial”.

Hay que reconocer que los del flis-flis es genial. El Partido del flis-flis, habrá que decir ahora. Un gobierno que quiere convertir la asignatura de religión en la asignatura del flis-flis.

Pues hete aquí que la Consejería de Educación asturiana sacó pecho y contestó al arzobispo. En la práctica, en Asturias, aplicada la Ley Wert según el borrador del decreto, de 90 minutos semanales a 60. Y no creo que el problema fundamental sea la consecuencia en la reducción del número de profesores, que también. Las cuestiones hay que analizarlas nopor las consecuencias sino por el valor en sí de la acción.

Y en estas estamos cuando el cardenal Rouco, en su alocución semanal en la COPE, puso sobre la mesa el fino análisis de jurista yrecordó que no hay ninguna base jurídica para una reducción administrativa de horarios y, menos, para la eliminación explícita o implícita de la clase de religión en ninguno de los niveles educativos bien sea en el formato didáctico actual o en el dispuesto para el próximo curso en los Reales Decretos de aplicación de la nueva legislación, como podría ocurrir con el bachillerato.

Si no hay base jurídica, ¿qué base tiene todo esto? Será la del flis-flis…

José Francisco Serrano Oceja

 


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