Lo católico, ahora ultra, vuelve a la política

Ultracatólico y política.
Ultracatólico y política.

Quedan relativamente pocos días para que comience oficialmente una campaña electoral en la que España se juega demasiado. Todo hay que decirlo, llevamos muchas semanas, incluso meses, con la maquinaria político-electoral a todo trapo.

En este escenario se ha hecho presente un nuevo sujeto político, un nuevo concepto de profunda carga semántica: lo ultracatólico. Un concepto que no hace solo referencia a contenidos, también a actitudes. Nuevo y muy viejo.

Hagan, por favor, el ejercicio de buscar este concepto en Google, añadiendo algún otro operador booleano, y ya verán las sorpresas que se encuentran.

Y lo ha hecho en un contexto distinto del inmediatamente anterior en el que hubo una sobre-exposición de lo ultracatólico, pero no desligado del anterior. Fue con la respuesta social a las primeras políticas antropológicas de Zapatero, consideradas, entonces también por la Iglesia, digamos oficial, jerárquica, como una  amenaza para el cristianismo. Ustedes se acordarán de la presencia de los obispos, por ejemplo, en la manifestación contra el mal llamado matrimonio homosexual. 

Quizá no habría que olvidar este referente del pasado. Como vemos estos días, Zapatero ha resucitado y se ha convertido en el telonero del presidente Sánchez en no pocos medios. Con la particularidad de que Zapatero de quien habla no es de Sánchez sino de sí mismo, de su herencia. Sin poder negar que, efectivamente, Sánchez es un alumno aventajado por la izquierda de Zapatero.

Es posible que la repuesta que se fraguó, de orden social, con consecuencias políticas, en aquel período, años 2004-2011, sirviera de sementera para la que se da ahora a la avanzadilla de las denominadas políticas sociales, de novísima generación de derechos, de Sánchez.

Entre otras razones porque en aquel tiempo se percibió esa especie de insuficiencia cardio-antropológica que estaba afectando al PP y que parece que le sigue invadiendo.

Esto ha hecho que, de nuevo, vuelva a aparecer en el escenario el adjetivo ultracatólico, utilizado por los medios de la izquierda, referido ya no a una respuesta de los obispos-desaparecidos de escena- sino de cristianos laicos, valga la redundancia o la pedantería, que, por mor del resultado electoral de VOX, ocupan, desde hace unos días, destacados puestos institucionales.

Lo ultracatólico así dicho para deslegitimar no solo lo católico sino la credencial política de los candidatos. Lo ultracatólico como lo opuesto al progreso, a la libertad, al consenso…

 

Un par de ejemplos. La presidencia del Parlamento balear de Gabriel Le-Senne o la presidenta de las Cortes valencianas, Llanos Massó. Podría aportar algunos nombres más. Por ejemplo, las campañas de deslegitimación de determinados políticos, Buxadé, Garriga, por ser ultracatólicos, entre otras cuestiones. Con lo que, además, parece que en el PP, incluso en el PSOE, no hay católicos y si los hay lo católico en ellos no es tan relevante  para que se use como argumento deslegitimador.

Es evidente que el concepto ultracatólico es un mantra de la izquierda, de la mediática, que no parece precisamente muy católica. Al margen de que convendría definir qué se entiende por ultracatólico.

Defender la vida, el matrimonio entre un hombre y una mujer, estar en contra de las políticas de la ideología de género, de la Ley Trans, considerar una política regulativa del fenómeno de las migraciones, teniendo presente la dignidad inviolable de cada persona que migra, defender la libertad, la subsidiariedad, ¿es ultracatólico? ¿No es más bien católico a secas? ¿Son los obispos, que defienden estas ideas, ultracatólicos?

Lo ultracatólico, para algunos, identifica y fundamenta la ultraderecha. Se acaban convirtiendo en sinónimos. Con lo ultracatólico vuelve la cuestión religiosa a la política, por la vía de la instrumentalización de lo católico por quienes utilizan ese adjetivo para desprestigiar, pero también por la vía de la incomparecencia de determinados actores clarificadores de lo católico.

De momento, para no cansarles, en éstas estamos.

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