El caso Rupnik y el Me Too

Marko Ivan Rupnik.
Marko Ivan Rupnik.

Soy consciente de que es muy apresurado entrar a analizar y valorar el caso del sacerdote jesuita P. Marko I. Rupnik (Eslovenia, 1954).

Quizá haya que esperar un poco para tener más datos, confirmar de qué tipo de acusaciones estamos hablando, si se ratifican, si aparecen más, cuál fue el proceso que se siguió dentro de la Compañía de Jesús, cómo evolucionó, en qué estado actual se encuentra, que hicieron los jesuitas o dejaron de hacer. 

Tengo que confesar que se me ocurrió escribir sobre este supuesto cuando esta tarde estaba en un capilla en la que frente a mí tenía un gran mosaico de Rupnik. Lo que, por cierto, me impidió un nivel de mínima concentración en lo que estaba viviendo, la misa. Pero bueno, el Señor me perdonará.

La verdad es que soy testigo de la perplejidad y del sufrimiento que en personas cercanas al P. Rupnik, que han estudiado su obra, que han dedicado horas a conversar con él, analizar sus trabajos, están produciendo la serie de informaciones sobre este caso.         

Mediáticamente es lo que llamaríamos un filón. Se trata de un artista famoso, cuya obra está sembrada por más de medio mundo, dentro y fuera del Vaticano.

Además es jesuita con escritos abundantes de espiritualidad y cultura, con ideas propias, con lo que se entiende que hay un plus de deber de ejemplaridad.

Y, para más inri, es un caso de Me Too de libro, relaciones sexuales con religiosas, por tanto mujeres, mayores de edad. Permítanme que no entre ni en detalles, ni en describir algunas ideas de la declaración de la víctima justificadoras de lo que parece un abuso de poder espiritual en toda regla.

Dicho lo cual, me gustaría recordar, sin que esto sirviera para que nadie pueda decir que estoy justificando lo injustificable, -no olvidemos que distinguir no es justificar-, que existe el fuero interno y el fuero externo.

No voy ahora a profundizar en esta cuestión ni desde el punto de vista moral ni desde el punto de vista canónico.

 

Solo apunto el hecho de que si por algo se caracteriza el cristianismo es por la distinción de estos fueros, con sus singularidades.

Es decir, todos somos pecadores. Una obviedad. Todos cometemos pecados, pecados que tienen una causa o causas. Somos infieles. Setenta veces siete. Si caemos en el pecado, la grandeza del encuentro con Jesucristo radica en que nos da  una oportunidad de arrepentimiento, de perdón, de penitencia, de propósito de enmienda, de conversión, al fin y al cabo.

El cristianismo es una camino de conversión. La paradoja del cristianismo radica en que un pecador, el más pecador, el pecador más horrible, puede manifestarse como tal ante un Dios que le perdona. Y ese perdón es aliciente para la grandeza que expresa la dimensión del mismo perdón de Dios.

Pero este proceso no quita, no es óbice, para que si se ha cometido un acto que implica una injusticia con terceros haya un proceso de investigación, un juicio y una condena. Y sobre todo un proceso de acompañamiento a las víctimas, cuya centralidad no se puede obviar. Este proceso exterior no hace incompatible el interior, ni debe impedir, ni invadir el interno.

Sería lamentable que, por ciertas tendencias o fuerzas, nos olvidáramos del fuero interno y la relación con lo sagrado, con Dios, estuviera solo condicionada por el fuero externo.

El caso del P. Rupnik no debiera, por principio, ser el caso de la Compañía de Jesús.  

No en este caso, en otros, se percibe una dinámica de acoso al fuero interior, de derribo de la conciencia y de violación de las dinámicas del santuario de la conciencia. Una amenaza a un ámbito que no debe servir nunca para justificar nada, pero que Dios salva en tanto que forma parte de la identidad de la relación de la persona con Dios.

Terminaríamos como en Canadá que se pretendió que los sacerdotes estuvieran obligados a romper el sigilo sacramental. 

Por cierto, que no debiéramos olvidar lo que los medios tantas veces olvidan.  La frase aquella que decía: quién soy yo para juzgar a nadie.

Si hay que juzgar, que lo haga Dios en la conciencia y a través de quienes son competentes para esto. Que no lo hagan, por favor, los medios.

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