Casado les pone nerviosos

Pablo Casado.
Pablo Casado.

No han tardado mucho determinados teólogos áulicos en arremeter contra Pablo Casado el nuevo líder del PP. Faltaba la artillería contra Casado de la izquierda eclesiástica otrora progresista. Se ha encargado de expresar ese estado de nerviosismo la teóloga consorte Margarita María Pintos en el diario “El País”, en una tribuna cargada de falacias argumentales y de intenciones evidentes sin calificar.

Esto ocurría al día siguiente de que, en una larga entrevista del director de ABC, Bieito Rubio, Pablo Casado se declarara creyente y practicante. Así, sin complejos. Es la forma de desvelar un dato significativo de su vida privada, del círculo de su ámbito de ideas y creencias, a lo orteguiano.

En cuando me contaron esta respuesta, pensé que ya tenía Casado un flanco abierto que tarde o temprano le iba  pasar factura. Pero no supuse que sería tan pronto.

El artículo de la citada teóloga, también consorte, por cierto, teóloga de una teología que ahora parece que está en alza con ciertos vientos que corren en el centro y en las periferias, parte ya de una afirmación falsa, la complicidad entre derecha política y la jerarquía católica en determinados temas desde la transición. El problema, entre otras cuestiones, no radica en que la derecha defienda la vida –cosa que no es cierta, o del todo cierta- sino que la izquierda española no la defiende, exceptuados algunos versos sueltos.

Quizá olvide que uno de los momentos de mayor conflicto entre la jerarquía de la Iglesia y un gobierno se produjo con el PP de Aznar a cuenta del pacto antiterrorista. Ahora, si está hablando de la época de Zapatero pues la coincidencia, si la hubiera, sería por el aprovechamiento que hizo la derecha, que no se movilizó, de la movida de determinadas organizaciones confesionales o no.

Por cierto temas identificadores considerados por la autora como de la “moral católica más rancia”, a saber, la defensa del origen y del final de la vida, lo modelos de familia, la moral sexual, que dice ella, como si la moral de la Iglesia fueran varias, y una la de la jerarquía, que se identifica con la ortodoxia más rancia.

 
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