Carlos Alsina, Patxi López, pensar y rezar

Carlos Alsina y Patxi López.
Carlos Alsina y Patxi López.

Tengo que confesar que no soy hombre de un solo medio de comunicación, ni de una sola cadena de radio, aunque escuche la mía, la COPE, con más frecuencia, ni de un solo libro, ni de una sola escuela teológica, ni espiritual, ni de una sola corriente de pensamiento político, social, económica. Sí de una sola mujer, pero eso es otra historia.

Lo digo porque en mi práctica de saltar de una cadena a otra, me topé hace días con la entrevista que le hacía uno de los periodistas radiofónicos más relevantes de nuestro panorama, Carlos Alsina, -referencia de las mañanas de Onda Cero-, al portavoz del grupo parlamentario socialista en el Congreso, Patxi López, al que Dios no le ha dado el don de la palabra, y no sé si el del pensamiento.

Advierto que tengo en alta estima la profesionalidad de Alsina. De hecho promoví su candidatura a los premios de la APM hace años, y le voté, en el jurado, con entusiasmo.

Y no me defraudó con su discurso, ante los Reyes de España, en la concesión del premio. Es, aún hoy, una lección magistral sobre el periodismo en la sociedad española, que pongo cada curso a mis alumnos.

En medio de la entrevista, Alsina le plantea a López la cuestión del acuerdo, en materia de exención del IBI, del Gobierno con las confesiones religiosas minoritarias, ya saben, el del argumento de que hay que equipararlas a la Iglesia católica, aunque la proporcionalidad de miembros no sea equiparable.

Que conste que me parece bien que, no por el número de sus miembros, sino por el servicio que prestan a la sociedad según su naturaleza, se les equipare.

Por cierto, me dicen que en la tramitación de esta propuesta el ínclito Bolaños metió una morcilla, que fue descubierta por el PP, que atentaba contra los Acuerdos Iglesia y Estado. Y saltaron las alarmas. Al margen de lo que fuera, ya se ve que hay que mirar con lupa todo lo que Sánchez y los suyos hacen y dejan de hacer. 

A lo que vamos, en el curso de la entrevista, Alsina intentaba meter el dedo en el ojo a Patxi López. Y en un momento utilizó un argumento, a modo de ejemplo, que me sorprendió. Convirtió además este argumento en argumento princeps.

Dijo Alsina: “¿Por qué las organizaciones religiosas no tienen que pagar el IBI de sus edificios, lo dediquen a lo que lo dediquen?... A día de hoy esa discriminación sí permanece, la Iglesia católica sigue sin pagar IBI por edificios que tiene y no dedica al culto… Dice la información de El País que esto es un gesto que refuerza la confesionalidad del Estado y yo les he explicado a los oyentes que mi interpretación es la contraria, esto lo que refuerza es la confesionalidad en la medida en que se está incentivando fiscalmente el rezar, si yo tengo un edificio y lo dedico a pensar, tengo que pagar el IBI, pero si lo dedico a rezar, no tengo que pagar el IBI…”.

 

Es cierto que las repuestas de Patxi López no contribuyeron a aclarar mucho la cuestión. Y que no tienen información cierta de lo que está pagando la Iglesia de IBI según sus propiedades inmobiliarias, que sí paga IBI en aquellas que no dedica al culto y a lo social.

Hay que dejar claro que no es solo la Iglesia, o las Iglesias, las que no pagan el IBI de los edificios de culto y caridad, lo social. Lo mismo hacen fundaciones, sindicatos, ONG´s, por ejemplo.

Lo que más me ha interesado es lo que dijo Alsina, a modo de comparación, sobre pensar y rezar desde la perspectiva de las repercusiones personales y sociales.

Una proposición, la suya, que implica la síntesis del pensamiento moderno y postmoderno, en la medida en que lleva implícita la idea de que pensar y rezar son actos privados, de similar naturaleza, la religión como forma de pensamiento o como sistema de ideas, y con similares consecuencias.

Es cierto que se podría entender que hay una aceptación de la facultad del pensamiento, cognitiva, racional de la persona y de la oración, religiosa, como propias de lo humano. Es decir, no niega que las personas, por su naturaleza, piensen y recen, como constitutivo de su identidad personal. Pero se puede pensar que equipara el pensamiento a la oración como formas culturales, al fin y al cabo, manifestaciones y expresiones de la cultura.

Está claro, por tanto, lo que les une, pero no lo que les diferencia.

Y lo más relevante, lo que se deduce referido a las consecuencias, del pensamiento y de la oración. No percibe claramente que la oración tenga una dimensión social, en la dinámica relacional de la persona, en la vida moral entendida ésta como la del sentido de las acciones de la persona, distinta de la de pensar. Si consideramos que pensar contribuye al progreso de la humanidad, ¿acaso rezar no? 

Todo esto al margen del debate sobre las relaciones entre Estado y confesiones religiosas. Considerar que cualquier decisión del Estado que beneficie a las confesiones religiosas por el servicio que prestan a la sociedad, con lo que implícitamente se entiende que el Estado asume que lo que hacen las religiones es beneficioso para la sociedad, y así pierde la neutralidad, rompe la neutralidad del Estado, me parece que indica que no se tiene claro qué es el Estado y cuál es su función en la sociedad y cuál es la manera que con la que debe actuar ante el hecho religioso organizado y su función social.

No estaría demás que un día hablara de esto con Alsina. No lo descarto. Incluso antes de que pudiera cambiar de cadena. 

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