La caridad y la verdad en la predicación

Enrico Cattaneo.
Enrico Cattaneo.

Cada vez me interpela más lo que Benedicto XVI dijo a quienes participamos en el Sínodo diocesano de Madrid durante una recordada audiencia en el Vaticano el 4 de julio de 2005:

“En una sociedad sedienta de auténticos valores humanos y que sufre tantas divisiones y fracturas, la comunidad de los creyentes ha de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es ante todo comunicación de la verdad”.

No hace mucho, el jesuita Enrico Cattaneo escribía en la Civiltá Cattólica, edición consultada en español, un artículo sobre “El arte de comunicar en San Gregorio Magno”. Cómo Gregorio Magno, en su “Regla pastoral”, aplica la técnica retórica a la predicación de los “curati”, es decir, quienes ejercen la “cura” espiritual de las almas

Leo en ese texto y comparto con ustedes:

“Para Gregorio, es una falta grave descuidar el ministerio de la predicación. Lo descuida quien calla, cuando debería hablar: «¡Los que nos han sido confiados abandonan a Dios y nosotros callamos! Mienten en sus malas acciones y no extendemos la mano para corregirlos. Cada día perecen a causa de sus muchas iniquidades, ¡y los vemos dirigirse al infierno sin ningún cuidado!». (HomEv I, 17, 14).

Ocurre con frecuencia que «se dice lo que se debe callar, y se calla lo que se debe decir» (RegPast 2, 4). Un «discurso precipitado» puede inducir a error a los oyentes, pero también «un silencio culpable puede dejar en el error a quienes deberían haber sido enseñados». A menudo, en efecto, «por miedo a perder el favor popular, los pastores irresponsables temen decir francamente lo que es justo decir» (ibid.). Son como esos mercenarios que, «si viene el lobo, huyen, escondiéndose en su silencio. El Señor los reprende con estas palabras del profeta: “Perros mudos que no saben ladrar” (Is 56,10)» (ibid.). Ellos «no saben oponerse a los poderosos de este mundo con voz libre, en favor del rebaño» (ibid.). «El miedo a proclamar la verdad, ¿qué es para un pastor sino un alejarse en fuga con su propio silencio?» (ibid.). «Un sacerdote que no predica es como un heraldo mudo» (ibid.)”. 

Un texto que concluye con las siguientes afirmaciones: “Desde Gregorio Magno, probablemente ningún Papa ha insistido tanto en la predicación como «arte» de comunicar el Evangelio como el Papa Francisco, que ha dado ejemplo con su propia predicación. Una gran parte de la exhortación apostólica Evangelii gaudium (EG) está dedicada a este tema. Aunque Gregorio Magno nunca es mencionado allí, muchos puntos de la exhortación coinciden con las enseñanzas del Papa.

Así, Francisco, a propósito de la homilía, observa que tanto los fieles como los ministros ordenados «muchas veces sufren, unos al escuchar y otros al predicar» (EG 135); «Esto reclama que la palabra del predicador no ocupe un lugar excesivo» (EG 138); «el diálogo del Señor con su pueblo debe favorecerse y cultivarse mediante la cercanía cordial del predicador, la calidez de su tono de voz, la mansedumbre del estilo de sus frases, la alegría de sus gestos» (EG 140). Y de nuevo: «El desafío de una prédica inculturada está en evangelizar la síntesis, no ideas o valores sueltos. Donde está tu síntesis, allí está tu corazón. La diferencia entre iluminar el lugar de síntesis e iluminar ideas sueltas es la misma que hay entre el aburrimiento y el ardor del corazón» (EG 143)”.

 
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