Sobre cardenales elegidos, cónclaves y algo más

El capuchino Luis Pascual con el Papa Francisco.
El capuchino Luis Pascual con el Papa Francisco.

Se suponía que el mes de julio el Papa entraba en tiempo de descanso. No ha sido así. Después de la intervención quirúrgica, han llegado el nuevo prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la fe, los 21 nuevos cardenales, el anuncio del viaje a Mongolia, los participantes en el Sínodo. Un acelerón en toda regla.

Desde el fallecimiento de Benedicto XVI se ha intensificado el perfil propio de este pontificado, lo que hace repensar las claves de la continuidad con los anteriores. Una continuidad que debiera ser entendida como una forma de asumir el pasado sin volver al pasado.

El papa Francisco comenzó dejando una fuerte huella, o impronta, de su personalidad en el ministerio petrino.

Primero fueron los discursos, ahora se intensifican las actuaciones, sobre todo con la elección de personas en un contexto de aparente prisa.

Un dato, el caso del arzobispo de Madrid, que toma posesión un día y al siguiente es nombrado cardenal pasará, sin duda, a la historia de la Iglesia. Parece como el cero a cien de la aceleración en menos de 3 segundos, ahora que está de moda la Fórmula 1.

También parece tener mucha prisa en los casos del auxiliar de Lisboa, Alves Aguiar, sin que haya aceptado la renuncia del titular. Por cierto que Aguiar tuvo algún carguillo en el Partido Socialista portugués en sus tiempos jóvenes, o con el Nuncio en Estados Unidos, que suelen terminar siendo cardenales cuando han abandonado esa misión.

Fijémonos en lo más inmediato, el Colegio cardenalicio, compuesto hoy por 136 cardenales con derecho a voto, salvando el caso de Becciu, que haría el 137. Tendremos que esperar por cierto a octubre de 2024 -fecha del cierre de la segunda asamblea sinodal- para que nos coloquemos en los 120 de Pablo VI por cuestión de cumplimiento de edad.

Recordemos que Francisco ha nombrado en 10 años, 140 cardenales, un 73% de los miembros del Cónclave.   

Desde el primer momento el Papa tuvo claro los criterios a la hora de designarlos. El primero, reflejar la universalidad de la Iglesia, proceso que ha ligado a la preterición de las sedes históricas, Toledo, París, Los Ángeles, Milán,… sustituidas por sedes en países como Sudán del Sur, Ciudad del Cabo, Malasia, Mongolia, Hong Kong...

 

El caso de Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, pertenece a otro capítulo.

Otro de los criterios del Papa son los mensajes a quien corresponda a la hora de elegir a determinadas personas. Es el caso del Nuncio de Estados Unidos, una nación de aguas turbulentas, el arzobispo Christophe Pierre, que está intentando mantener el pontificado en un país de fuerte contestación al pontífice.

No hay que olvidar las singularidades del Papa en lo referido a sus amistades. El Papa es muy amigo de sus amigos. Sería el caso del capuchino argentino Luis Dri, de 96 años, que le enseñó lo que significaba la misericordia.  

Una de las contantes es la especial sensibilidad por las congregaciones religiosas, por los religiosos, también por los que ocupan o han ocupado puestos de responsabilidad.

En este caso ha sido el salesiano español Artime, a quien el papa conoció cuando éste trabaja en Argentina. Los salesianos han jugado un papel importante en la vida del papa, y esto no lo olvida.

Tengo que confesar que me ha llamado especialmente la atención el nombramiento de monseñor Agostino Marchetto, que trabajó en el Vaticano en migraciones y que es uno de los más importantes estudiosos del Concilio Vaticano II.

Por cierto desde una comprensión del Vaticano II que no tiene nada que ver con la Escuela de Bolonia, y que, sin duda, hace que Marchetto esté más cerca de lo que pensaba Benedicto XVI de lo que opinan algunos de los hermeneutas del Papa Francisco.

Pero vayamos a una de las cuestiones de fondo. En la Iglesia católica no hay sucesión monárquica, dinástica. Ningún Papa es sucesor designado. Si así fuera, en el Cónclave de marzo de 2013 debería haber elegido a un Ratzingeriano de procedencia Wojtiliana, por ejemplo a Scola. Y no fue así. Eligieron a Bergoglio.

No creo que se pueda decir que hay una relación automática entre cardenales electores elegidos por un papa y nuevo papa electo del mismo perfil que su predecesor.

Convendría no olvidar lo que Ratzinger contestó, en 1997, cundo le hicieron la pregunta de si “¿es el Espíritu Santo responsable de la elección del Papa?” Respuesta del Cardenal Ratzinger (1997):

“Yo no diría eso, en el sentido de que es el Espíritu Santo quien lo elige. Yo diría que el Espíritu Santo no toma precisamente las riendas del asunto, sino que como buen educador que es, nos deja mucho espacio, mucha libertad, sin abandonarnos del todo. De modo que el papel del Espíritu debe entenderse en un sentido mucho más amplio, no que dicta el candidato por el que se debe votar. Probablemente la única seguridad que ofrece es que la cosa no puede arruinarse por completo. Hay demasiados ejemplos de Papas que evidentemente el Espíritu Santo no habría elegido”.

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