El cardenal Carles

Las biografías que son epitafios suelen dejar un regusto amargo. De ahí que la nota necrológica conjugue la memoria con el olvido. De entre las declaraciones con motivo del fallecimiento del cardenal Ricardo María Carles, me quedo con las del cardenal, también valenciano, Antonio Cañizares a la agencia AVAN, por eso de que no obvian el sufrimiento del cardenal fallecido: “Ha amado Barcelona con verdadera pasión –señala el cardenal Cañizares-, ha sufrido porque cuando verdaderamente se quiere se sufre, ha vivido para Barcelona, ha querido todo lo mejor para ella y ha hecho todo lo posible para que Barcelona tuviese lo mejor, que es el evangelio de Jesucristo, porque él quería un gran futuro de Barcelona”.

            El cardenal Cañizares conocía bien a monseñor Carles, a quien ha definido como “un gran amigo, al que conocí siendo yo muy niño y él seminarista; venía a pasar las vacaciones a Sinarcas con su madre y su hermano y parece como si los viera todavía pasear por aquella carretera a los dos hermanos jugando a la esgrima. Para mí ha sido una gracia gozar de su amistad y hasta el final he estado muy pendiente de él”. Por cierto, monseñor Vicente Juan Segura, obispo de Ibiza, también podía hablar de la biografía del cardenal Carles dado que fue su monaguillo durante no pocos años.

            Una de las pasiones del que fuera obispo de Tortosa y luego de Barcelona era la montaña. “Se pateaba las montañas y parecía como si no pasaran los años por él” ha comentado el purpurado valenciano. “Era un hombre siempre muy alegre, que se transfiguraba cuando estaba en la montaña cerca de Tortosa (de cuya diócesis fue obispo 21 años), porque era un hombre de mirada alta, que buscaba a Dios y la montaña es símbolo del ascenso a Dios en definitiva”, ha comentado el hoy Prefecto de la Congregación para el Culto Divino.  

            Su vida fue, también, la de la Iglesia en la España contemporánea. Pertenecía al grupo de los obispos valencianos. Se puede decir que fue de los primeros de esa larga nómina con Rafael González Moralejo. Una destaca lista de obispos que tiene su origen, según confesara un día, en que “me decían, es que en valencia no pasamos la doctrinal que pasaron muchos seminarios en aquella época. Lo que supone que detrás había personas de gran fe, y mucho amor a la Iglesia”.

Después de Tortosa llegó su nombramiento para Barcelona por expreso deseo de Juan Pablo II. Y en Barcelona subió el calvario de la incomprensión de no pocos para llegar a abrazar la cruz de la entrega ciega, y, al fin, la resurrección del encuentro definitivo.

            Hay quien ha destacado el hecho de que hubiera pedido ser enterrado en la Basílica valenciana de la Madre de Dios de los Desamparados. No en vano allí se casaron sus padres. Un acontecimiento que solía recodar con singular afecto.

Descanse en paz.  

José Francisco Serrano Oceja


 
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