Camera café en el Consistorio

El Papa Francisco y el Papa emérito Benedicto XVI con los nuevos cardenales.
El Papa Francisco y el Papa emérito Benedicto XVI con los nuevos cardenales.

La perspicacia, iba a añadir jesuítica, del papa Francisco supera con mucho la ansiedad de quienes se oponen, de una forma u otra, a su pontificado.

Como buen estadista, juega con el tiempo y los tiempos, marca etapas, da cancha a unos y otros, y así percibe no solo las intenciones en los actos sino las más o menos ocultas estrategias.

Este clima de pre-cónclave, por lo que me llega de la ciudad del Tíber, tiene mucho de real y no poco de proyección. Varios escenarios, varias representaciones. Pero, de verdad, donde se cuece el futuro, salvando la actuación del Espíritu Santo que siempre tiene que ver con la mediación humana, es en las máquinas de café del Vaticano.

Me explico. En la ficción televisiva se ha hecho famoso un género que es el de la Camera café. Actores en la oficina delante de una máquina de café, una especie de confesionario por el que discurren las buenas y las malas intenciones.

Al escenario principal que representa lo que el papa dice y hace, digamos la narrativa dominante, se unen las intervenciones públicas de los cardenales, limitadas, parece ser en este caso, a los grupos lingüísticos. A no ser que se produzca una sorpresa de última hora.

Veremos también cómo se informa de lo que ocurra en este escenario. Sorprendería que en un mundo, y en un pontificado, de transparencia, no tuviéramos las informaciones adecuadas, lo que daría pie a las filtraciones siempre interesadas.

Otro escenario efectivo, el de las conversaciones de los cardenales ante una máquina de café, un café, un plato de pasta, un paseo, un receso, una salida o entrada casual en el aula.

No es mala estrategia la de poner a los cardenales, a quienes algunos consideran afectos, algo menos afectos, o poco afectos, en los escenarios y hacerles hablar y actuar. Medir las fuerzas, las alianzas, los ejes, las direcciones y tendencias.

Ponerles ante la máquina de café de la historia para percibir recepciones, tendencias, propuestas. Es decir, para ver cómo están los Estados Generales de la Iglesia. Y con el papa de cuerpo y alma presente, con perdón. Y con Benedicto XVI aún en este valle de lágrimas.

 

Pero de los escenarios, insisto, el que marca el futuro será el de la máquina de café, por eso de que la actuación de los cardenales suele ser tan imperceptible en el ahora público como eficaz en el futuro. Sobre todo porque el colegio lo conforma un cuerpo heterogéneo, en el que prima la distancia, psicológica y física.

Otra cuestión es el escenario de los medios que bien merece análisis aparte. Habrá que intentar ver quién está marcando las tendencias. Estos días me he convertido en un fan del sismógrafo, al que tenía muy olvidado.

Por último y por cierto. Escribo este texto el domingo por la tarde, y por lo tanto no sé lo que va a ocurrir en los próximos días. Parece ser que el estatuto del papa emérito está redactado y añadido, en proceso de últimos ajustes, el proyecto de  una nueva normativa para el cónclave. Veremos.

Tengo que confesar que me ha alegrado ver la foto del papa emérito Benedicto XVI. Después de un tiempo de apagamiento, vestido así de blanco, sentado en esa silla de su capilla, saludando a Francisco, ha vuelto a resplandecer su mirada y su sonrisa. El momento de la Iglesia merece esta iluminación añadida de hermenéutica de la continuidad.    

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