Y, ahora, la eutanasia

No hace muchos días, en un relevante consejo editorial de una industria cultural en España, se debatieron cuáles son las tendencias que hay que apoyar en los próximos meses. La primera, indiscutible para los miembros de esa cenáculo, la eutanasia.

El cardenal G. L Müller, prefecto vaticano para la Doctrina de la fe, ha estado en Canadá en días pasados para hablar en la Catedral de san Miguel de Toronto a médicos, moralistas, agentes de la salud, y al pueblo fiel, sobre la defensa de la vida y la eutanasia.

¿Se imaginan al cardenal Müller hablando de estos temas en La Almudena?

En su intervención se ha referido al paso “trágico” de la sociedad canadiense hacia la eutanasia legalizada. Dijo que “la eutanasia no sólo constituye un grave error en sí misma, sino que su legalización crea patologías sociales tóxicas y mortales que afligen desproporcionadamente a los miembros más débiles de la sociedad”.

Invitado por el Instituto Católico de Bioética de Canadá, la prioridad de su intervención fue ofrecer argumentos sobre los derechos de conciencia de los profesionales de la salud.

Müller invitó a los presentes a “persuadir a los ciudadanos canadienses a que tomen las medidas necesarias para revertir el peligroso error legal de su Corte Suprema y el Parlamento y, mientras tanto, proteger los derechos de conciencia de los agentes de la salud que se niegan a colaborar en quitar la vida a otros”.

Y añadió: “La negativa a participar en la eutanasia representa la fidelidad básica al mismo arte médico que el médico profesa. Obligar a un médico a participar de cualquier manera en la eutanasia es forzarlo a dejar de ser médico y a traicionar la misma profesión a la que ha entregado su vida”.

El discurso del cardenal Müller ratifica lo que viene diciendo, a tiempo y a destiempo, desde hace mucho: los católicos en las sociedades plurales tienen algo que decir y deben decirlo públicamente, sea popular o no el contenido de lo dicho. “En medio de tanta irracionalidad y frivolidad, debemos buscar a quien es contrario a nuestro pensamiento - nihilismo, agnosticismo y escepticismo tan generalizado en nuestra sociedad por su pérdida de realismo y humanidad - y con la ayuda de la riqueza del magisterio de la Iglesia, no ceder en la confrontación”, concluyó. 

 
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