El adiós al profesor Aymans y a las Prelaturas Personales

El cardenal Rouco Varela clausura el Congreso Internacional Benedictino
El cardenal Rouco Varela clausura el Congreso Internacional Benedictino

Como si fuera una señal de esa ironía singular de la Providencia, el pasado 6 de agosto, en vísperas de la Letra Apostólica en forma Motu Proprio  por la que se modifican los cánones 295-296 del CIC referidos a las Prelaturas Personales, fallecía en Münich el profesor Winfried Aymans. 

Es posible que a los lectores españoles, a no ser se dediquen al Derecho Canónico, éste nombre no les suene mucho. Les diré que, junto con su amigo el cardenal Rouco Varela, era el heredero y cabeza de la denominada Escuela Canonística de Münich, cuyo fundador fue el profesor Klaus Mörsdorf, a quien sustituyó en su cátedra de la Universidad Ludwig-Maximilians de Münich. 

Recordemos que esta Escuela Canonística pretendía –según dijo el cardenal Rouco Varela en una conferencia en el Meeting de Rimini- que “la idea o categoría teológica clave para fundamentar y comprender la dimensión jurídica de la Iglesia era la de “Communio”.  (…) La categoría “Communio” era la decisiva. Permitía un discurso de la razón teológico-jurídica que clarificaba y hacía entender “lógicamente” la relación constitutiva entre dimensión visible e invisible del Misterio de la Iglesia y, a la vez, la naturaleza y contenido histórico-salvífico de su misión, dado que en la “Comunión Eclesial”  quedaban comprendidas “la Comunión de los fieles”,  “la Comunión jerárquica” y  “la Comunión de la Iglesia”, en su íntrinseca dependencia y destinación a que pudiera ser realizada personal y comunitariamente como “Comunión de los santos” en “las Cosas Santas””.

Aymans, sacerdote de la diócesis de Colonia, fue el canonista de cabecera de Joseph Ratzinger, con quien tenía una amistad de mucho tiempo. Entre sus discípulos y alumnos está un ahora famoso arzobispo en vía muerta, Georg Gänswein, a quien le dirigió la tesis doctoral. 

Para simplificar se podría decir que, en la lógica de continuidad con su Escuela Canonística, no es que hubiera sido un canonista conservador, ni mucho menos. Tolo lo contrario dentro de lo progresista que puede ser un canonista que se dedica a la fundamentación teológica del derecho canónico. Pero, en sus últimos años de vida, asistía a determinadas evoluciones en la Iglesia que le dejaban perplejo.

Hay que recordar que su tesis de habilitación versó sobre el elemento sinodal en la constitución de la Iglesia. Vamos, que de la razón histórica de los Sínodos en la Iglesia Católica, lo sabía todo. De ahí que sus posiciones sobre el Camino Sinodal Alemán fueran críticas. Una crítica fundada que compartía con quien le quisiera escuchar. 

Hay otro capítulo de su vida que ahora ha adquirido una novedad añadida. Se habla mucho del jesuita Ghirlanda como opositor a la figura canónica de las Prelaturas Personales. El profesor Aymans no lo fue menos. Estaba considerado, en los inicios de su carrera académica, como uno de sus grandes detractores, como se puede comprobar en la literatura especializada. 

Sin embargo, en los últimos años esa posición se había matizado mucho desde la perspectiva carismática y en lo referido a la única Prelatura Personal existente, el Opus Dei. 

De hecho, la invitación de Papa Francisco a que el Opus Dei profundice en esta dimensión del carisma, referencia de “Ad Charisma tuendum”, implicaba una comprensión del carisma en la historia de la teología y de la canonística, una comprensión libre del carisma como aportación sustantiva a la forma histórica del Evangelio, en relación con lo institucional, que demandaba una exigencia de acogida, en lo específico, por parte de la jerarquía de la Iglesia. Insistencia que repetía el profesor Aymans. 

 

Quizá ahora lo que haya adquirido tintes de claroscuro es ese proceso de acogida, aceptación y articulación posterior del carisma, por parte de quien tiene esa función. Se está produciendo un cambio en la relación Carisma-Institución que dará mucho que hablar en un futuro.   

El profesor Aymans no llegó a leer el nuevo Motu Proprio que modifica unos cánones que le habían dado más de un quebradero de cabeza en su vida académica. Falleció pocos días antes. 

Con él se ha ido una corriente crítica contra las prelaturas personales y su configuración jurídica. Las que podían haber sido victorias académicas de la vida del profesor Aymans ahora, incluso para él, no lo parecían tanto. 

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