Tocar a la Iglesia

En la vida, la preparación forma parte de la experiencia y condiciona la existencia. Llegará un día, también en la opinión pública y publicada, en el que nos olvidaremos de las trampas que algunos nos ponen, para condicionarnos, en el espacio público, y nos centraremos en los mensajes, y en la persona que encarna los mensajes: Benedicto XVI. Y así se habrán podido romper las tendencias horizontales de análisis y comprensión de la JMJ para adentrarnos en su profundidad real que representa esta oportunidad para poder tocar a la Iglesia, poder tocar el misterio de la Iglesia. La Iglesia, que abraza a la humanidad, abrazará a la juventud en Madrid y ratificará la historicidad del cristianismo.

Mientras preparaba la JMJ con una lectura reposada de la obra magna de Henri de Lubac, "Meditación sobre la Iglesia", he pensado en los nombres de cardenales , arzobispos y obispos que vendrán estos días a Madrid. Me he acordado de los obispos españoles que, en su totalidad, participarán del encuentro. Especialmente pensé en algunas iniciativas loables como la de las catequesis de monseñor Munilla, Cerro y López de Andújar, en el Cerro de los Ángeles, colofón de una peregrinación también juvenil. O las de los obispos teólogos, que no habrá que perderse, las de Monseñor Fernando Sebastián, o González Montes, o Alfonso Carrasco.

Tocar el misterio de la Iglesia, en la JMJ, significa tocar el rostro de la Iglesia conformado por miles de rostros, distintos, distantes. La JMJ significa una oportunidad para recordar que, en el amor a Jesús, en el amor a la Iglesia, san Ireneo, san Agustín, san Benardo de Claraval, san Francisco de Asís, son contemporáneos, por ejemplo, de los cardenales Re, Scola, Da Cruz Policarpo, Pell, Barbarin, Vallini, Dziwisz, Scherer, Meisner, Simonis, López Rodríguez, Schönborn, Rodríguez Madariaga, a quienes saludaremos por las calles de Madrid.

De Lubac escribió un magnífico colofón al primer capítulo de su eclesiología: "No se ve a Dios en las plazas públicas. Ya no es posible encontrar a Cristo en ellas. Pero la Iglesia está allí presente. (...) Ella es la presencia urgente, la presencia importuna de este Dios entre nosotros. ¡Ojalá lleguemos a comprenderlo nosotros que estamos en la Iglesia, nosotros que decimos que somos de la Iglesia, mientras lo adivina éste o aquél que la teme o la rehuye!". Pasará la JMJ, pero permanecerá en la Iglesia y en la memoria de la Iglesia.

José Francisco Serrano Oceja

 
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