Tiempos recios para la reforma

Asistimos a un momento en el que los raíles de la historia parecen desequilibrados. Las certidumbres del pasado han dejado de ser y de cumplir su función nutricia. Las instituciones también dan la impresión de deshacerse como si estuvieran construidas sobre la frágil arena de un desierto postmoderno. La pertenencia es proporcionalmente débil a la profundidad del sujeto. No son idénticos los diagnósticos de Dickens, con sus Hard Times, que los de Santa Teresa de Jesús y sus tiempos recios. Y no digamos nada de Ortega y Gasset, que en su obra "En torno a Galileo", de 1933, hablaba de tiempos turbios. El autor del libro del Eclesiástico lo dijo más claro: "No digas, ¿cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar por ello"(7, 10).

El viernes pasado, el cardenal Cañizares presidió el acto central del 450 aniversario del primer monasterio de la reforma teresiana. En boca de santa Teresa, "quería ser una estrella que diese de sí gran resplandor". En la Santa Misa estuvieron presentes la mayor parte de los obispos naturales de Ávila y los limítrofes, por ejemplo, monseñor Ricardo Blázquez y el convaleciente monseñor Carlos López, de Salamanca. El Arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza, no pudo asistir al encontrase de camino a Fátima con una peregrinación de más de un centenar de Familias Toledanas.

Hace 450 años comenzó, en ese palomar de Ávila, un capítulo de la reforma de la Iglesia. Y como dijera el arzobispo de Madrid, cardenal Antonio María Rouco Varela, en una de las conferencias previas a esta celebración, "si contemplamos el Concilio Vaticano II y el postconcilio a la luz del resplandor del Monasterio de san José, diríamos que la gracia, el nexo, la renovación de la Iglesia pensada, vivida, enseñada, impulsada por el Concilio Vaticano II y por los Pontífices que lo han impulsado -Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI- tienen que ver con este Monasterio". Y es que, añadió, "la renovación de la vida consagrada y la vida de la Iglesia ha sido el rigor al que Teresa de Jesús da vida en el conventito de san José en Ávila. Se convierte en una donación esponsal, sin ningún límite y sin ninguna reserva, donde es posible que esa renovación vaya penetrando y refrescando todo el sistema de vinculación de la vida espiritual de la Iglesia y de su acción pastoral y eclesial".

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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