Sorpresas que da el aborto...

La propuesta de reforma de la ley del aborto, del Gobierno, y del PP, y del ministro Gallardón, por eso de que si decimos que la propuesta es de Gallardón no son pocos los que se lavan las manos, parece que se está atragantando. 

Y no solo porque el PSOE, y las izquierdas poco plurales, hayan aprovechado esta oportunidad para lanzarse al ruedo y demostrar que están vivos, sino por el hecho de que nos hemos topado con algunas sorpresas, nada agradables, que han complicado, si cabe más, esta compleja materia. 

De la inicial euforia en parte del electorado del PP por la valentía de la propuesta, -comentario extendido en las celebraciones navideñas-, ahora transitan por la perplejidad, y por el malestar que día a día se acrecienta, y que no es poco. 

Vayamos por barrios. 

Se ha percibido este fin de semana un cierto regusto intelectual –iba a escribir periodístico- por el hecho de que la versión oficial emita mensajes de dilación, y de que haya que esperar a la multitud de los informes que, previsiblemente, van a  retrasar la tramitación parlamentaria, votación, aprobación y publicación en el Boletín Oficial de un Estado que está demostrando hasta dónde llega. 

El hecho de que los proabortistas hayan desplegado toda la batería intelectual y que, de nuevo, la ceremonia de la confusión haya reinado, era previsible. Si bien, con algunas sorpresas. Pongo por ejemplo el artículo del científico e historiador Sánchez Ron, días pasados en El País, en el que se centraba, en un momento clave su argumentación, en la persona del cardenal Rouco, haciendo una exégesis de su pensamiento y de sus palabras que la convertía en “eixégesis”.

Pero la cuestión principal ya no radica en la protesta externa, para la que los movimientos provida se habían preparado. La clave está en que esta propuesta ha abierto la caja de los truenos del PP y nos ha hecho palpar la medida de la comprensión antropológica, no del aborto solo, dentro del partido del gobierno, sino de la política, al fin y al cabo. La política con mayúsculas y con minúsculas. 

La algarabía que se ha formado es digna de estudio detallado, y las variables que han entrado en juego son tantas que, ante una cuestión que como se ve es algo más que simbólica para las sociedades, y para la izquierda y el progresismo, lo que está produciendo es una parálisis, o una necrosis, aún o lo sabemos, dentro del PP. 

Para ahuyentar las múltiples especies, -todavía este fin de semana hay quien hablaba de la Iglesia como el Tea party del PP-, hay que destacar que la actitud de los obispos, ese silencio sostenido, ha sido encomiable, con alguna excepción. Aunque también es cierto que ese silencio ha puesto en evidencia las carencias del discurso público moral de inspiración cristiana. 

 

Lo que se han encontrado los provida, y no sólo los movimientos provida, es que el círculo de la política, de los intereses de partido y de la ausencia de una comprensión adecuada de muchos líderes de la cuestión que se aborda, puede dar con el traste este anunciada reforma. Un termómetro de cuestiones de fondo que no debieran pasar inadvertidas sobre los presupuestos morales de la forma política de determinadas formaciones. 

Pongamos por caso que las elecciones europeas marcan el tiempo previsto. Y si hubiera una debacle del PP, no serían pocos los que la achacarían, entre otras razones, al hecho de haber sacado a pasear la reforma de la ley del aborto, con lo que se quedaría en cartera. Otra posibilidad es que se utilice ese argumento para modificarla de tal manera que no se reconozca ni así misma.

Y si el PP saliera airoso de las europeas, habrá quien diga que es, entre otras razones, porque se  puso en chiqueros esta propuesta de reforma, y ahí se quedará para satisfacción de quienes expresan, incluso dentro del PP, una comprensión insuficiente de la relación entre ética, o moral, y política. 

José Francisco Serrano Oceja  


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