Sendino no se muere

​Hace ya mucho tiempo que en España se echa en falta una generación de sacerdotes literatos, una marca del apostolado de la pluma como se decía en los años treinta del siglo pasado, que ha caracterizado nuestra presencia en los ámbitos de la cultura y del pensamiento. Si bien es cierto que tenemos algunos casos de éxito, como el de Jesús Sánchez Adalid, famoso autor de novelas históricas, no lo es menos que quienes se dedican al oficio de la pluma, y al ministerio, suelen optar por argumentos y temas no explícitamente religiosos. Las famosas novelas de tesis están ahora en manos de autores principalmente anglosajones, y de dificultades y lances editoriales.

​Pablo D'Ors, nieto de Eugenio D'Ors, es un sacerdote que antes fuera religioso y que ha ejercido su ministerio entre las capellanías de Universidad y de hospitales. Su obra literaria, y su dedicación a la crítica en diversos medios impresos, se caracteriza por un complejo mundo de imaginarios de la modernidad, alejados de toda argumentación convencional. Sus novelas son intimistas, densas, como el espesor de nuestra época. Libros difícilmente recomendables.

Ahora regala a los lectores una pequeña joya, casi de literatura espiritual, ​que contiene el testimonio y el testamento de una joven doctora, fallecida a consecuencia de un cáncer. En los últimos años de su vida, África Sendino ofreció un testimonio de ejemplaridad cristiana en la vivencia del dolor y en la preparación ante la muerte.

​No son muchas las páginas del diario espiritual de África Sendino, y tampoco las que lo acompañan por obra y gracia de la pluma de Pablo D'Ors. Pero lo que llega a las manos del lector es una línea directa con el sufrimiento de un final hecho oración transmutado de esperanza. El texto, que es también un manual de antropología y de ética para médicos y enfermeras, comienza con la oración de la doctora cuando se acaba de enterara que tiene cáncer de mama: “Fui a la capilla de Trauma y me arrodillé –escribe-: Señor, recé, solo se me ocurre decirte que lo que me toca vivir a partir de ahora quiero que sirva para tu mayor gloria. Tú sabrás el camino que inicias. Tú sabrás adónde me conduces”.

​“¿Mi mayor miedo? –escribe la doctora Sendito-. Que la intensidad de mi sufrimiento me tiente a no alabar a Dios y a no dar gracias a su nombre. Solo pido una cosa: que mi enfermedad no me aleje de Él; pues, si lo hiciera, ¿para qué y a quién serviría?”

Sobran las palabras…

​José Francisco Serrano Oceja​jfsoc@ono.com

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato