Santander, sede teológica

Es, también, la ciudad de los cursos de verano. Una vez que la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo ha entregado la Escuela de Teología que fundara Olegario González de Cardedal al disenso y al espectáculo, que ya tiene un lugar para veranear, el Seminario de Monte Corbán se ha convertido en el aula del diálogo estival del pensamiento católico con la cultura contemporánea.

No es la primera vez que así ocurre. En los años cuarenta, este edificio diocesano albergó los cursos de la renacida Universidad Internacional de después de la guerra. Por sus aulas transitaron intelectuales europeos católicos, teólogos de primera línea y pensadores de vanguardia. La prensa cántabra, por ejemplo, recogió con alborozo una discusión habida en el claustro del antiguo Monasterio de Jerónimos entre Eugenio D´Ors y José María Javierre, más "deleite lúdico que seria discrepancia". En el claustro de Corbán nació también el hoy Festival Internacional de Música de Santander, el FIS, allá por el año 1947, de la mano de un grupo de los miembros de Proel y de los hermanos Pérez Regules.

En la semana en la que los que pudiéramos denominar teólogos del 15M declaraban en la prensa regional que "la visita del Papa se quedará en humo y fuegos de artificio" y que "en el Vaticano se entiende el catolicismo como un teatro", se hizo un silencio en la cristianía cántabra. El silencio oficial y oficioso es demasiado elocuente. La desamortización de la teología en esa sede universitaria es, probablemente, uno de los consentidos latrocinios intelectuales más graves de nuestro tiempo. Y nadie dice nada, entre otras razones, porque existe Corbán, línea paralela.

Durante estos días pasados, la Universidad Católica de Valencia, cuyo Gran Canciller es el arzobispo cántabro monseñor Carlos Osoro, ha ofrecido una lección de bien pensar públicamente sobre la fe, el derecho, la economía, la cultura y la teología. Una lección, durante una semana de cursos, que ha congregado a un importante número de alumnos, algunos de ellos cántabros, y que ha clausurado, con su habitual maestría, el cardenal Cañizares, flanqueado solo por monseñor Osoro. Gracias, entre otros, a la Universidad Católica de Valencia, a la Conferencia Episcopal, a la ACdP y al empeño de don Olegario González de Cardedal, Santander vuelve a convertirse en veraniega cita inexcusable del diálogo fe-cultura.

José Francisco Serrano Oceja

 
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