Plenaria de “murmuraciones”

Se podría decir que esta Plenaria ha sido la Plenaria de las “murmuraciones”, por utilizar un término propio de ciertos ámbitos. Las “murmuraciones”, en el sentido, por ejemplo, de las Congregaciones Generales de los jesuitas antes de elegir al Prepósito General.

La próxima vez que se reúnan los obispos tendrán que renovar los cargos, excepto el de Secretario General –con sorpresa incluida-, que es quien debe garantizar la continuidad en los cambios si los hubiere. Y esto significa diseñar la Conferencia Episcopal para la consolidación del pontificado del Papa Francisco.

Al fin y al cabo, la Conferencia Episcopal, como organismo formado por personas, no se sustrae a los mecanismos de la psicología colectiva y de la sociología de las instituciones. Aunque no dudamos que no funcionan solo esos mecanismos. El ejercicio de la libertad es una manifestación del orden del Espíritu, de la gracia. 

En la próxima Plenaria, no se tratará solo de la Presidencia, también del Comité Ejecutivo y de la Comisión Permanente. Es cierto que todavía falta mucho tiempo, pero no lo es menos que los obispos, en situación normal, no se volverán a ver todos las caras hasta entonces.

La cúpula de la Iglesia en España hoy es trimembre, no bimembre como en el pasado. Esto facilita que no se generen dialécticas en las que la tesis se corresponda con la antítesis. En el trípode, Blázquez-Osoro-Omella. Este marco le viene dado de Roma a la Iglesia en España. En la combinación de estos elementos está la clave.

Aunque no sería descartable que los obispos, que son un colectivo –como se dice ahora- libre, muy libre, añadan algún nombre más, por eso de la idiosincrasia. No olvidemos que los nuevos “votos” se inclinan, en condiciones normales, hacia Palencia, es decir, hacia don Ricardo Blázquez.

Si el cardenal Blázquez representa la continuidad, la renovación tranquila, perfil de “discreción”; la apuesta por el cardenal Osoro llevaría aparejada la unión de Madrid y Presidencia de la Conferencia –un dato que fue muy criticado en el pasado- y supondría un cambio en la dirección de la buena imagen, de una presencia elocuente de gestos. La apuesta por Omella sería una jugada novedosa en clave Madrid-Barcelona no descartable, la sorpresa.  

Claro está que no hay que obviar otros nombres, los movimientos pueden ser repentinos. Entrarían el cardenal Cañizares, que está sufriendo una campaña de “rumorología adversa” no común, o los arzobispos de Zaragoza, Burgos, Sevilla y Castrense; o el obispo de Málaga.

Tarde o temprano veremos. Mientras, a seguir de cerca lo que dice y hace el Papa Francisco.

 
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