Monseñor Munilla, por elevación

Monseñor Munilla, quien, por cierto, se ha estrenado esta semana como comentarista, que no tertuliano, en el programa de la tarde de la COPE, y que desde hace no pocos años hace un programa de catequesis radiofónica en Radio María, es un obispo nada sospechoso de ambigüedad respecto al acompañamiento de las víctimas y la condena del terrorismo. Su nombramiento como obispo de San Sebastián fue parte del giro copernicano de la Nueva Evangelización en el País Vasco.

Paradojas de la historia. El día en que el obispo de San Sebastián abordaba esta cuestión esencial para el presente de España, y para el futuro de la convivencia y de la articulación social, el que fuera Vicario General de esa diócesis, José Antonio Pagola, participaba en la sede de Comisiones Obreras en Madrid en un Congreso disidente afirmando, entre otras cosas, que la jerarquía de la Iglesia nunca ha liderado movimientos de conversión. ¿Qué está haciendo su obispo entonces?

Pero vayamos al trasfondo de lo que ha dicho monseñor Munilla. Ha hablado por elevación, es decir, desde la fe, teniendo presente que el olvido de la fe no facilita distinguir lo esencial de lo circunstancial. Y en el trasfondo de la homilía, pronunciada en el emblemático Santuario de Aranzazu, cuna de raíces, está no sólo, y no tanto, la Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal Española "Valoración Moral del Terrorismo, de sus causas y de sus consecuencias", sino un ejercicio de clarificación de la conciencia cristiana sobre el presente, desde lo específico cristiano que, sin duda, es escándalo y provocación. Por cierto, las familias políticas de inspiración cristiana, que han entrado en liza en esta materia, no debieran olvidar esta Instrucción de los obispos, ni su historia, ni lo que ha supuesto de ruptura en la praxis eclesial, incluso en el seno de la Conferencia Episcopal, para no caer en la misma piedra.

La afirmación de monseñor Munilla es un singular examen de conciencia, al modo ignaciano: "Al margen de cualquier ambigüedad en la condena de la violencia, también es necesario añadir una segunda reflexión: ¿Son conformes con el sentir cristiano y con la misma ética determinadas expresiones del siguiente tenor: «¡Que se mueran en la cárcel, que se lo tienen bien merecido!»?... Somos conscientes de que, en algunos casos, detrás de esas reacciones laten heridas pendientes de sanación y reparación, causadas por gravísimas injusticias. No olvidemos que tenemos todavía un gran déficit en el acompañamiento a las víctimas del terrorismo, que sufren las consecuencias del horror que padecieron. Pero al mismo tiempo es necesario recordar que el mensaje cristiano es inequívoco: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (Rm 12, 21). No es suficiente con derrotar al terrorismo –aunque obviamente es necesario hacerlo–, sino que también es importante trascenderlo y superarlo moral y espiritualmente, sin dejarnos atrapar por la espiral de odio que genera".

Esta tesis es un punto y seguido, y no un punto y final, de un proceso de conversión, liderado, en una Iglesia, por un obispo.

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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