Las Memorias de Otero Novas

José Manuel Otero Novas acaba de publicar sus memorias con el título “Lo que yo viví. Memorias políticas y reflexiones”, editorial Prensa Ibérica.

Quien fuera Ministro de la Presidencia y de Educación, con Adolfo Suárez, miembro activo de la Asociación Católica de Propaganditas, y hombre con muchas relaciones en el mundo financiero español, es una de las personalidades más interesantes y más completas de la historia del presente. Y sus Memorias, un libro que hay que leer entre líneas, entre párrafos y entre páginas.

Bien es cierto que siempre me ha sorprendido de José Manuel Otero su concepción de la filosofía de la historia. Quizá porque no haya tenido la oportunidad aún de mantener con él, a  este respecto, una conversación a partir de la teología de san Agustín, pasando por la filosofía de Nietzsche, discurriendo por el san Buenaventura de Joseph Ratzinger, R. Guardini,  y terminando en E. Peterson o E. Voegelin, por ejemplo.

De hecho, confiesa en la introducción de su libro que nos encontramos próximos a concluir el “actual ciclo apolíneo comenzado al final de la segunda Guerra Mundial”.

Pero lo que más me ha interesado, hablando no de lo político sino de la política, son las páginas dedicadas al Vaticano, a los nombres y hombres de Iglesia que discurren por esa vida apasionante, -en la que la sombra de Adolfo Suárez es alargada-, al caso EDICA… Y, particularmente, las dedicadas a su pasión por la libertad de Enseñanza.

En el transfondo de estos capítulos, una concepción muy de discípulo de don Ángel Herrera Oria, con la que sufrió lo que significa “la cuña de la misma madera” y no poco de la cintura real del episcopado español en la época contemporánea.  Véanse las páginas 264 y siguientes.

El principio de la autonomía de las realidades creadas, y esa libertad que también se nutre del bautismo –en clave de teología sacramental-, configuran el modo de hacer de un fiel cristiano que muestra una claridad de juicio notable en los principios respecto al orden de la política, y eficacia en la forma de articularlos. 

Convendría que no pocos de los políticos católicos de nuestro tiempo se fijaran en esas lecciones de un pasado inmediato. La coherencia de Otero Novas, incluso frente a los que pudiera considerar “de los suyos”, no fue un verso suelto de repentina inspiración en nuestra historia. 

 
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