Kairós jesuítico

Hay, con la elección del Papa Francisco, una particular Providencia de Dios para la Compañía de Jesús. Son varios los signos de esta reforma de una de las órdenes religiosas sin las cuales no se entendería la historia de la Iglesia Católica en la modernidad.

Una Providencia que llega en un momento de cambio de los jesuitas, al menos en Europa y particularmente en España, y de una ordenación de fuerzas a la que estamos asistiendo con particular interés, especialmente por el abandono de las algunas presencias singulares, que habían caracterizado su historia reciente en nuestro país, y la concentración de fuerzas en otras novedosas iniciativas.

El Prepósito General de la Compañía de Jesús, P. Adolfo Nicolás, acaba de enviar una carta a la Compañía de Jesús con motivo de la canonización del Beato Pedro Fabro, S. J., “el compañero silencioso” de la primera generación, realizada por el papa Francisco con la forma de la canonización equivalente. El Padre Nicolás afirma que “la canonización de Pedro Fabro viene a coincidir con otro gran acontecimiento de nuestro tiempo / kairós jesuítico: el Bicentenario de la Restauración de la Compañía (1814). No cabe duda que nuestro querido compañero saboyano nos puede servir de estímulo y energía para una restauración dinámica, personal y societaria, de nuestra vida de jesuitas””.

La carta del Superior General de los jesuitas delinea el perfil del nuevo santo en una permanente relación entre su biografía y el contexto histórico. Destaca la relevancia de san Pedro Fabro para la configuración de la “mínima Compañía”, particularmente, el reconocimiento silencioso de su aportación espiritual.

Dice el P. Adolfo Nicolás: “Ya en el ocaso de su vida, en 1577, Simón Rodríguez recordaba a Pedro Fabro treinta y un años después de su muerte: “tuvo la más encantadora suavidad y gracia que he visto en mi vida para tratar y conversar con las gentes [...] con su mansedumbre y dulzura ganaba para Dios los corazones de aquellos con quienes trataba”. Fabro es para nosotros un Maestro de la retórica de lo divino, alguien que “de cualquier cosa y sin escandalizar a nadie sacaba materia para tratar y hablar de Dios” (Monumenta Broetii 453).

Es innegable que el papa Francisco tiene en Pedro Fabro uno de sus referentes. Así lo confesó al jesuita Spadaro. Y así lo ha propuesto a la Compañía de Jesús como camino de una restauración o una refundación alentada por nuestro Papa jesuita.

El Padre General ha recogido el guante y propone a sus compañeros el siguiente itinerario: “Hoy tenemos motivos para seguir reconociendo en Pedro Fabro, con serena alegría, a nuestro “hermano mayor”. Su modo de estar presente es bendición para nosotros; Fabro es memoria de humildad y de retorno constante a nuestra “mínima Compañía”; cerca de Fabro, nos alejamos de tentaciones de triunfalismos vacíos o de presencias prepotentes. Fabro es vocación de vida “teniendo ante nuestros ojos, primero a Dios nuestro Señor”, buscando en todo hacer Su voluntad en éste Su Instituto (cfr. Fórmula del Instituto I)””.

José Francisco Serrano Oceja


 
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