Jugadas en la Iglesia

Hay quien ha dado el pistoletazo de salida a una carrera para el cambio en la Iglesia en España basado en deseos más que en la realidad. Deseos formulados en tesis no contrastadas que conducen a un paisaje de borrosas conclusiones.

Lo que no se puede negar es que el curso que comenzará en breve traerá una renovación profunda en los cargos en la Conferencia Episcopal, tanto en los unipersonales, Presidencia y Secretaría General, como en los colegiales, Ejecutivo, permanente y Comisiones.

En puridad teórica, y teológica, este ejercicio debiera encuadrarse en una normal sinfonía de comunión, aunque algunos mediadores, y algunos medios, parecen empeñados en ofrecen una imagen distorsionada de este proceso. Hay quienes quieren aprovechar la coyuntura o para pasar página de un supuesta época gris en la Iglesia en España o para aprovecharse de que el Pisuerga pasa por Valladolid. Y que conste que esta metáfora no tiene nada que ver con la posibilidad de la elección de monseñor Ricardo Blázquez como presidente de la Conferencia Episcopal, tal y como se está fraguando en estas semanas.

Previamente, la designación del nuevo Secretario General marcará la tendencia. A día de hoy parece que no se ha llegado a un consenso claro, en una mayoría de los obispos, sobre el perfil del nuevo Secretario. La división en el interno de la calle Añastro está complicando, sin dudas, el proceso.

Pero el ejercicio de conjura de la opinión pública se centra en la sustitución de las diócesis de Madrid y Barcelona. Para ser más exactos, en la de Madrid, que es la que centra el grueso de la atención. Y ahí se están empeñando a fondo muy diversos actores extemporáneos, que han asomado sus afilados dientes este pasado fin de semana.

Tanto algún destacado periodista de "El País", como, sorprendentemente, un especialista de los periódicos regionales del grupo Vocento, se han empeñado en afirmar la ausencia de sintonía entre el Papa Francisco y el cardenal Rouco como clave del proceso de una nueva época. Una afirmación que carece de todo pie en la realidad, y que no se puede probar más que con suposiciones y sospechas previas infundadas.

No hay un solo dato de la relación personal entre el Papa Francisco y el cardenal Rouco que indique la más mínima carencia de sintonía. Todo lo contrario, según se desprende, por ejemplo, de la última audiencia que el Papa mantuvo con el cardenal de Madrid. ¿Por qué, por tanto, esta idea repetida hasta la saciedad y utilizada como leit motiv contra el hoy arzobispo de la capital de España?

Hay quien afirma que los nombramientos de los nuevos arzobispos de Madrid y de Barcelona, parejos en su anuncio, no van a seguir el procedimiento ordinario de provisión. Pero lo que está claro es que los augurios basados en rumores intencionados, como el que circuló durante el final del curso pasado referido a una sustitución del cardenal Rouco, que no se produjo, no van a cesar como forma de influir en un proceso eclesial que debe discurrir por los cauces de la más adecuada normalidad, en beneficio de la comunión de la Iglesia y del ejercicio público de una imagen coherente con el actual pontificado.

Un pontificado ilusionado e ilusionante, que está centrado en lo esencial, y que por su naturaleza repele las jugadas bajo la línea. Un pontificado basado en la trasparencia y en el espíritu de una fe que se hace vida en la caridad. Un pontificado, por tanto, de las sorpresas.

 

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

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