La Iglesia y las crónicas vampíricas

Acaba de pronunciar el Papa Francisco un interesante discurso que debe interpelar la conciencia de los medios de comunicación, en particular de la Iglesia. Dirigido a los directivos y trabajadores de SAT 2000, el canal de televisión del episcopado italiano, llega esta intervención del Papa en un momento muy oportuno para el mundo de los medios en España.

Atravesamos, ciertamente, por estos lares un tiempo comunicativo delicado que debiera, en el modo Gadameriano, “dar que pensar”. Un tiempo en el que parece que prevalece un exceso de activismo, por eso de que hay que salvar no sé sabe qué muebles.

Se acumulan los casos y las causas de series de imágenes confusas y negativas sobre la Iglesia, entre las informaciones de abusos sexuales a menores, los “miguelianos” –pobre san Miguel arcángel-, los exorcismos, obispos que renuncian por causas no muy bien aclaradas. Imágenes públicas que colocan a la Iglesia en la crónica de sucesos, negra, de las pasiones y pulsiones freudianas de lo degradante, amén de los ribetes de crónica vampírica. De las crónicas marcianas a las crónicas vampíricas… El problema, por cierto no está solo en el hecho de que existan estas crónicas, sino en las causas por las que existen.

Una imagen global de una radiografía de la Iglesia española alejada de la que, cada día, representa el Papa Francisco. Negar que puede existir esa distancia, el Papa del deber ser, la realidad de lo que es, sería aventurado. Pero afirmar con rotundidad la evidencia de lo contrario, también. ¿Cuánto durará la percepción de que la Iglesia en España está dedicada, todos los días, a tapar sus vergüenzas? El resultado de este proceso es la separación de la realidad de la percepción de la realidad y a “patrimonialización” de la realidad por parte de algunos actores. Y si no tenemos un conocimiento adecuado, ¿cómo vamos a tener un discernimiento adecuado?

En el contexto del cambio de rostros de la Iglesia en España, el clima social de percepción, por arte de magia, se ha vuelto un reto. España es un país especialista en amalgamas. En la migración de la información religiosa al mundo de la red, se ha iniciado una especie de justicia mediática, empeñada en señalar con el dedo de la información, que siempre es intencional, quiénes son los buenos y los malos, quienes los del Papa Francisco y quienes no, quiénes los de unos y los de otros como si el Papa Francisco fuera repartiendo salvoconductos de franciscanismo. Si toda generalización es injusta con la realidad, ésta lo es a sabiendas que lo ya dijera san Pablo: ni de Apolo, ni de Cefas, de Cristo; y siendo de Cristo, de Francisco, de Benedicto, de Juan Pablo, de Pablo, Juan, de Pío y hasta de Celestino III, si me apuran –y de Papini, por supuesto-.

Un clima, que se ha agudizado en los últimos días, y que seguirá por causa de los movimientos episcopales, en el que “el todo vale” es la norma practica de uso informativo. Es decir, lo mimo vale el rumor que la noticia, la información que la interpretación, el chisme, la suposición o la campaña de desprestigio, que la declaración, la investigación y el seguimiento.

Un clima en el que la persecución justiciera hacia lo que hace o dice tal o cual obispo, en sus primeros compases o en sus últimos, se ha asentado como criterio normativo de la autenticidad de su ministerio. La información es limitada por naturaleza, pero la versión informativa, aun siendo intencional, no tiene porqué ser gnoseológicamente reduccionista, ni servir a los marcos –“frames”, decimos en clase- de comprensión ideológica, ni al maniqueísmo, ni contribuir a que se pierda la perspectiva del conjunto en la que están integrados todos los elementos.

El Papa y su discurso. ¿Qué ha dicho el Papa? Hay que evitar “los pecados de los medios de comunicación, la desinformación, la calumnia y la difamación'” ya que '”una comunicación autentica no se preocupa de llamar la atención... Hay que hablar a las personas enteras, dirigiéndonos a su mente y a su corazón, para poder ver más allá del inmediato, de un presente que se arriesga a ser olvidadizo y temeroso del futuro... De estos tres pecados... en la comunicación, el peor es la desinformación porque te lleva a equivocarte, al error, a creer solo una palabra de la verdad'”.

¿Qué más necesitamos? 

 



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