Felipe VI y la cuestión religiosa

Decía el maestro de periodistas Lorenzo Gomis que noticia es lo que produce comentarios. Y hay aspectos de la proclamación de Felipe VI que han producido una avalancha de comentarios, aunque se hayan ocultado bajo el manto del silencio prudencial.

La proclamación como Rey de Felipe VI no ha concluido. En el proceso que va desde la realidad al simbolismo, que está en lo real, en el tránsito de la comunicación pública, aún no se ha producido la visita al Papa Francisco, referente universal de la esperanza de un tiempo que no se acaba. El fin de la historia es un eslogan de la ideología, que en su versión post ha entonado un ultimátum.

            No negaré que los actos de proclamación del nuevo Rey, Rex eris si recte facias… que dicen nuestros clásicos, han supuesto uno de los retos intelectuales más apasionados de los últimos meses. Un reto no solo a partir de la ausencia de las referencias al hecho cristiano, de la no utilización de conceptos que habían articulado la expresión pública del reinado de don Juan Carlos. Tempus fugit… 

No se trata de comparar textos, ni mensajes; el contexto, o la circunstancia, marca la pauta. De lo que se trata es de pensar, cooperativamente, sobre la relación entre lo público y lo privado en referencia a los conceptos religión y monarquía dentro del marco constitucional y de la sociedad española. Una sociedad cambiante en la que se están acelerando algunos procesos. El teólogo Olegario ha publicado una Tercera de ABC que bien ha servido de aviso para navegantes.

            Sin lugar a dudas, la esperada visita de los Reyes de España al Papa Francisco va a suponer un cierre de ciclo con el sustento de la imagen más que la palabra. Quizá haya necesidad ahora de formular la articulación del mensaje cristiano en imágenes más que en palabras. Y seguro que Felipe VI tendrá la oportunidad de ofrecer esa formulación de la dimensión pública de la fe que confiesa, y del reconocimiento del hecho cristiano en nuestra historia y en nuestra sociedad, en ocasión próxima.

Pero lo que se ha producido con el discurso de Felipe VI en la ceremonia de proclamación es un giro respecto a la comprensión de lo religioso en el pacto constitucional. ¿Acaso se ha abierto una vía de comprensión del hecho cristiano en la sociedad española remitiéndolo a lo privado? Si así fuera, ¿no implicaría esto un reduccionismo respecto a la naturaleza pública de la fe, que es condición de su viabilidad social, y a las consecuencias de esa presencia pública? ¿Cómo ejercerá Felipe VI de garante del pacto constitucional en referencia a la cuestión religiosa? Hay que advertir, por cierto, que las referencias en el discurso a la ética y a la moral no son sustitutivas, en la medida en que las relaciones entre religión y ética, y moral, son complementarias.

Felipe VI, como moderador del pacto constitucional, y no solo intérprete, es muy consciente que la cuestión religiosa, por utilizar un término clásico, es uno de los puntos de temperatura variable en la esfera pública española. Una cuestión que no solo hace referencia a la necesidad de entender el pasado sino de articular el futuro en los diversos órdenes, sociales, educativos y políticos. En la nueva España, Felipe VI sabrá, sin duda, dar forma a las expectativas de no pocos de los españoles que consideran que la propuesta cristiana es ineludible, incluso desde una perspectiva de una adecuada comprensión de la tradición –concepto también ausente-. El hecho de que haya españoles que consideren que la fe cristiana es elocuente para la construcción de una comunidad más humana y para el desarrollo integral y el progreso social no es baladí.

 La cuestión del reinado de Felipe VI es la cuestión de la gestión de la complejidad de las expectativas. También respecto a la Iglesia y al hecho cristiano. Confianza, pues, y esperanza. E inteligencia más allá de tactismo y de estrategias oportunistas, de dentro y de fuera.

José Francisco Serrano Oceja  

 


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