Entrevistas al Papa Francisco

Vivimos días de aniversarios. Esta semana se cumple un año de ese gesto de libertad profética sin igual de Benedicto XVI. Días vendrán, y pronto, en los que nos metamos en los apresurados, o tranquilos, balances del primer año del pontificado del Papa Francisco.

            Estas fechas están generando una avalancha no desdeñable de novedades editoriales. Vamos a destacar una, singular, no muy extensa en páginas: la escrita por el periodista italiano Gianni Valente, con el título “Francisco. Un Papa del fin del mundo”, que recoge las entrevistas que el corresponsal en América de la Revista “30 Giorni”, con sede en Buenos Aires, hiciera al cardenal Bergoglio entre los años 2002 a 2009.

Añade, además, la Relatio post disceptationem que el cardenal Bergoglio, como relator general adjunto, hiciera en el Sínodo de los Obispos de octubre de 2001. Un texto que ahora merece ser leído, y que fue un anticipo de no pocas ideas del actual pontificado.

            De las entrevistas se puede sacar mucho jugo, no sólo por el estilo siempre informal del género periodístico si no también por la versatilidad y espontaneidad con la que se pueden abordar los temas.

El centro de estos encuentros es la experiencia de las Villas miserias y esa forma particular de misión apostólica con los más pobres, alejada de la politización de la fe o del mero asistencialismo. En una de las respuestas sobre la economía, tema ahora de moda en el pensamiento del Papa Francisco, se lee la siguiente afirmación suya: “Tanto las ideologías de izquierda como este imperialismo económico del dinero que ahora triunfa borran la originalidad cristiana del encuentro con Jesucristo que tantos en nuestro pueblo viven todavía con la sencillez de su fe”.

            La historia de las Villas miseria, y del papel del hoy Papa Francisco en la conformación de esa presencia de la Iglesia, es la historia de un grupo de sacerdotes jóvenes a los que su obispo les invitaba a adentrarse en ese mar de escasez última. Es la historia de los Mújica, Vernazza, Ricciardelli, del padre Daniel de la Sierra, que además de acompañar a los suyos se desgañitaban en la catequesis y en la celebración de los sacramentos. Una característica de cada Villa es que tiene un nombre de una advocación o de un santo, y que además tenía un lema: “Una imagen en cada casa, una hornacina en cada cruce”.

            Es, si cabe, estremecedora la historia de cómo el cardenal Bergoglio, en la misa anula por la educación de 2009 denunció las amenazas de muerte que estaban sufriendo los sacerdotes, “esos sacerdotes que rezan y trabajan”, por parte de los narcos. En particular, el padre José María “Pepe” di Paola. Amenaza que fue respondida con un espontáneo manifiesto del clero de Buenos Aires, que se presentó a los medios en el arzobispado durante una histórica rueda de prensa, ofrecida por los curas.

            El modelo de trabajo apostólico de las villas miserias enfadó a quienes propugnaban la teología de la liberación y la revolución cristiana, por denominarla de la forma más efectiva. Y lo hizo porque se demuestra que hay otro modelo de liberación que no olvida el horizonte de la redención y de al lucha contra el pecado. El valor que esos sacerdotes dan a la religiosidad popular y a la preocupación por los sacramentos y la asistencia a los sacramentos, en particular, el bautismo, es muy sintomático de la presencia de la Iglesia en esa geografía.

José Francisco Serrano Oceja

 


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