Ecos de la Plenaria

No se trata de hacer ahora una tesina de fin de Grado sobre las ruedas de prensa. De la época en la que los obispos le pedían a monseñor Antonio Montero que bajara a lidiar con los suyos, es decir, con los periodistas, al presente ha llovido en no pocas cantidades. Lo que deberán analizar los padres de la Iglesia es si la actual situación, en la que parece que se ha decretado la caza del titular y la captura de la imagen pública, exige alguna vuelta. El medio, que al fin y al cabo lo es, no es un fin, y debe servir a los propósitos con los que se convoca. ¿Acaso no hay otros medios?

He guardado cuidadosamente una copia de la comparecencia del viernes pasado para analizarla detenida y académicamente. Después de la lectura del comunicado oficial, larga, muy larga, llega el momento del diálogo, monólogo, dialéctica, diatriba, es decir, de las preguntas y de las respuestas. Los periodistas hacen lo que deben y saben; y el portavoz, se palpa, ha trabajo previamente en la previsión de los temas. Y ahí comienza el festín de las declaraciones, de las vueltas y revueltas, de lo que se quiere sacar, de lo que se busca y no se encuentra, de los mensajes que se quieren dejar claros, de lo que tenía pensado y de lo que no, incluso de los ciclos vitales en la tensión de la comparecencia.

Al final, uno se pregunta si la rueda de prensa sirve para informar de lo trabajado en la Plenaria, de lo que opina la Iglesia sobre los temas en y de los medios, de las más variadas agendas, de lo que opina la Iglesia sobre las campañas, o de lo que opina el portavoz sobre los que siempre opinan. El régimen de la opinión, último escaño en la certeza del conocimiento.

Vayamos a las cuestiones que se plantearon en la plenaria y de las que, parece, no se ha opinado. El documento sobre el amor humano, que pasa a la Permanente, es calificado como de muy bueno, y se palpa en su espíritu y en su letra el trabajo de muchos años de siembra en España de la teología del Pontificio Instituto Juan Pablo II.

Otra cuestión más que de fondo fue la de la Nueva Evangelización y las perspectivas que tiende de esta iniciativa pontificia en España. La presencia de los obispo españoles en el próximo Sínodo no es una cuestión baladí. A la espera de lo que diga el Papa con las designaciones personales, y de los nombres que proponga el organismo pertinente, no estaría de más que el Presidente y el Vicepresidente de la Conferencia Episcopal pudieran estar presentes en Roma, y que les acompaña, por ejemplo, monseñor Adolfo González Montes. Algo que es más que probable, entre otras razones por que el obispo de Almería, famoso por su reciente actuación como Presidente de la Comisión Episcopal de la Doctrina de la fe, es miembro del nuevo Pontificio Consejo.

José Francisco Serrano Oceja

jfsoc@ono.com

 
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