Don Antonio Astillero

Es muy probable que a muchos de nuestros lectores no les suene de nada el nombre de don Antonio Astillero. Un nombre sin el que se difícilmente se entendería la Iglesia en Madrid de nuestros días. El hecho de escribir sobre este sacerdote madrileño es una forma de rendir homenaje a tantos sacerdotes que, día a día, entregan su vida por trasparentar a Cristo y por sembrar y esparcir la semilla del Evangelio. Una siembra que alcanza los rincones más alejados y más pequeños de las múltiples geografías de lo humano.

Don Antonio Astillero fue, hasta hace unos días, deán de la catedral de La Almudena y Vicario de Actos Públicos del Arzobispado de Madrid. Pero en su haber no destacan estos honores por el hecho de serlo, sino la realidad de una vida sacerdotal plena, desde que fuera párroco de la pequeña localidad de Aldea del Fresno. Allí tuvo de monaguillo a quien hoy es el arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza. Una historia sacerdotal fecunda.

Posteriormente, don Antonio fue nombrado primer párroco de Nuestra Señora de las Delicias. Designado Vicario de la Vicaría VII, pasó a encargarse de las Visitas del Papa a Madrid como responsable de la Vicaría de Actos Públicos. Elegido Deán Presidente del Cabildo, fue también presidente de la Junta Técnica para la terminación de la Catedral de La Almudena.

Y es aquí en donde la biografía de don Antonio Astillero ha tenido su particular incidencia en la vida social de la capital de España. Su buen hacer ha servido de puente entre la Iglesia y la sociedad civil con notable éxito. Como responsable de las Visitas de Juan Pablo II a España, marcó una forma de colaboración entre las Iglesias locales y la Santa Sede que, en varias ocasiones, se ha destacado como ejemplar.

Con su capacidad innata para la cortesía, ha contribuido decisivamente a convertir a la Catedral de la Almudena en un templo de referencia para Madrid y para España. Tuvo la intuición y el acierto, por ejemplo, de conseguir que los actos litúrgicos de la Patrona de la villa se retransmitieran por Telemadrid, con lo que la devoción popular se multiplicó exponencialmente.

Don Antonio Astillero ha pasado el testigo en la Presidencia del Cabildo catedralicio al obispo auxiliar de Madrid, César Augusto Franco, en un proceso canónicamente intachable. Y en la Vicaría de Actos Públicos, ahora Delegación Episcopal, le ha entregado los bártulos al hasta ahora rector de la Iglesia del Espíritu Santo, don Javier Cremades.

El pasado sábado los colaboradores de don Antonio Astillero asistieron a una misa de agradecimiento por el servicio sacerdotal de don Antonio durante más de treinta años. Y pudieron comprobar, una vez más, la rectitud de intención y de vida de este sacerdote. Uno más en la lista de los miles que hacen posible el milagro de la Iglesia.

José Francisco Serrano Ocejajfsoc@ono.com

 
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