Diagnóstico sobre la situación eclesial

Los planes pastorales de la Conferencia Episcopal, que se iniciaron como fruto de la primera visita de Juan Pablo II, La visita del Papa y el servicio a la fe de nuestro pueblo (1983-1986), han servido como punto de referencia para la dinámica de las diócesis españolas. Son instrumentos útiles que proponen también estados de ánimo, de situación, de viatalidad, al tiempo que marcan proridades.

No hace muchos días se presentó el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española “Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo”, para los años 2016-2020. Un documento que tiene dos partes bien diferenciadas y que, elaborado por una comisión de obispos en la que estuvo presente el cardenal Fernando Sebastián y los obispos González Montes, Omella y García-Beltrán, ha estado en varias ocasiones sobre la mesa de los diversos organismos de la Conferencia.

La primera característica que tiene este texto es que una glosa o actualización de la Evangelii Gaudium del Papa Francisco desde la perspectiva de las prioridades pastorales de la Iglesia en España, de la Iglesia en salida, de la Iglesia misionera. Y en este sentido entronca con la Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI. El Plan transita por la dialéctica entre la fe sociológica y la fe personal, vivencial, en un contexto cuyo diagnóstico detallado presenta con tintes que sorprenden por demasiado sombríos.

Hay afirmaciones dentro del texto que bien merecen un análisis más detenido, como por ejemplo, una perspectiva filosófica clásica a la hora de relacionar los conceptos de felicidad y salvación; o la definición de lugares de “primera importancia en la vida secular, como son las universidades, los medios de comunicación, la formación de la opinión pública, las orientaciones y tendencias en la vida laboral, económica, cultural y política”. No es solo cuestión de teoría, también de praxis.

Se percibe, por tanto, una remarcada dimensión cutural e intelectual de fondo, que hay que agradecer. Una dimensión que es fruto de un diagnóstico cultural, que los obispos confiesan les compete “con ayuda de expertos y de la opinion común de los cristianos”.

La salida misinera, clave en este Plan de Pastoral, “no respode a ninunga “estrategia” ni a ningún sentimieto de superioridad”, afirman los obispos. Y en este sentido hay una permanete referencia a las limitaciones de todos, incluidos los autores a la hora del ejercicio del ministerio.

El Plan arranca con un amplio capítulo dedicado a “una mirada compasiva al mundo”, en el que se se presentan las iguientes características de nuestra épcoa cultural: de la poca valoración social de la religión; la exaltación de la libertad y del bienestar material; el predominio de uan cultura secularista; del subjetivismo al relativisimo; y la cultura del todo vale.

Se añade además un apartado dedicado a la “propia responsabilidad”, junto con un último de “Razones para la esperanza”. Previos a otros apartados que tienen por título: Realismo y confianza; testigos de la misericordia; fieles a la misión recibidda del Señor; y Dónde está la desilusión, sobreabunda la esperanza.

La segunda parte del Plan se adentra en una serie de propuestas pastorales, adscritas a las clásicas acciones de la Iglesia, que se distribuyen durante los próximos años.

 

El Pan pastoral de la Conferencia Episcopal, que no es un texto de obligado cumplimiento canónico por las Iglesias, ni una propuesta del magisterio extraordinario, puede servir, sin duda, para un diálogo sincero en el interior de la Iglesia, más allá de tópicos al uso o de los estereotipos tan frecuentes como no adecuados.

José Francisco Serrano Oceja 


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