Y con Barcelona son tres

Barcelona se ha puesto de moda. La Iglesia en Barcelona está en el punto de mira. Y el Papa ha señalado con el dedo a monseñor Juan José Omella, que fue antaño obispo de los viñedos y ahora es obispo del diálogo y del encuentro. También de una tierra de “seny”, de coloquios, ahora en complicado proceso de más o menos previsible desgarramiento.

Dicen que el Papa Francisco se ha adelantado incluso a las previsiones de los más optimistas y que la designación de monseñor Omella como cardenal ha llegado muy pronto. No es solo un dato de hecho sino una muestra de predilección por quien fue designado otrora el obispo español en la Congregación de obispos.

Pero lo que ha hecho el Papa Francisco es cerrar el triángulo de confianza en España de los por él designados. En tiempos pasados, el ungido era uno. Ahora son tres hombres por él elevados al cardenalato, tres hombres entre los que anda el juego.

Tres en su diócesis, distintos pero no distantes. Tres cardenales de no muy diferentes generaciones para un tiempo de cambio, no para cambios en este tiempo. Tres que pesan mucho con sus informes y con las propuestas de nombramientos episcopales. Tres para un Nuncio en permanente “stand by” que diría un postmoderno. Tres en activo, porque también hay que contar con le emérito Fernando Sebastián, cuya palabra es un equilibrio.

El cardenal Ricardo Blázquez, presidente además de la Conferencia Episcopal; el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid. Y ahora el cardenal Juan José Omella, que se ha separado de su Zaragoza de referencia, tema este complejo del subsecretario pontificio, y que se erige como el tercer ángulo de un triángulo más que virtuoso.

Pero, ¿no son cuatro los cardenales en activo? Sí, está el cardenal Cañizares, arzobispo de Valencia, nombrado por Benedicto XVI y que pesa, también, y mucho. Sobre todo en Secretaría de Estado, interlocutor habitual para múltiples causas. Y que además fue elegido Vicepresidente de la Conferencia.

El cardenalato no es, por tanto, en España ni una designación honorífica, ni el reconocimiento a una trayectoria, ni una apuesta periférica –quizá periférico en otro sentido sería Toledo-. El cardenalato para España es una apuesta por el futuro de una Iglesia de encuentro que abraza la comunión y para la que el Papa ha dado un paso más respecto a las pasadas elecciones en la Conferencia Episcopal Española. 


 
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