Arrupe y el Padre Bergoglio

El 22 de mayo de 1965, la 31 Congregación General de la Compañía de Jesús elegía la Padre Pedro Arrupe como su 28 Prepósito General. En estos días pasados se han celebrado, por tanto, los 50 años de esa elección que, se podrá decir, marcó la historia de la Compañía en la época contemporánea.

No es esta efeméride mal marco para hacer balance y para adentrarnos en lo que el P. Arrupe dejó como legado a la Compañía. Máxime en un momento en el que la Congregación a la que pertenece el papa Francisco está en proceso de cambio.

Con este motivo, el grupo editorial de los jesuitas en España ha publicado cinco interesantes escritos de Arrupe, a cargo del jesuita Darío Mollá. Se trata de los textos espirituales de Arrupe “El modo nuestro de proceder” (1979), “Inspiración trinitaria del carisma ignaciano”, (1980) y “Arraigados y cimentados en la caridad” (1981). Y dos conferencias: “La misión apostólica, clave del carisma ignaciano”, Loyola 1974, con motivo del congreso sobre Ejercicios y Constituciones, y “Servir solo al Señor y a la Iglesia, su esposa”, Roma, 1978.

Pero hay otra perspectiva, –el periodismo es perspectiva-, a la hora de recordar este aniversario. Lo que en la extensa, interesante, clarificadora y no alcanzo a saber por qué silenciada biografía del Papa Francisco, “El Gran Reformador. Francisco, retrato de un Papa radical”, del periodista inglés Austen Ivereigh, se dice sobre la relación del Papa Francisco con el Padre Arrupe.

Una escena. 31 de julio de 2013. El Papa Francisco, en la festividad de san Ignacio de Loyola, celebra en la Iglesia del Gesù. Visita la capilla de Nuestra señora del Camino. Pero lo que de verdad conmovió a los presentes fue su visita, tras la misa, a la tumba del padre Arrupe. “Fue un momento intenso de profunda oración y gratitud –escribió el P. Nicolás más tarde a los jesuitas-. Era evidente que al Papa le habría gustado quedarse más tiempo”.

Atrás, en las páginas del libro, y en la historia, quedaron las relaciones que el P. Arrupe había entablado con el P. Bergoglio, con motivo, entre otros, de la visita del Prepósito General a Argentina, -agosto de 1973-, en el contexto del caso Angelelli. Como dice el autor de esta biografía del Papa, “durante largas horas, en aquella visita, crearon un estrecho vínculo que se mantendría durante los años difíciles que les aguardaban. Arrupe lo animó a llevar a cabo la renovación de la formación jesuítica, que se centrara en las prioridades en un momento de recursos menguantes, y que alentara las nuevas vocaciones dando a la provincia un sentido de unidad e identidad”.

En el primer mensaje que el Padre Bergoglio envió, como provincial a los jesuitas, en febrero de 1974, les invitaba a “superar contradicciones estériles intraeclesiásticas para poder enrolarnos en una real estrategia apostólica”.

 
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