¿Qué está pasando en Australia?

El cardenal George Pell,  en el Foro de la Vida en Roma 2015. Steve Jalsevac / LifeSite
Cardenal George Pell.

Parece que la Iglesia es víctima de una caza de brujas en Australia. El caso de George Pell es un patinazo clamoroso que desvela las prisas por minar el prestigio de la Iglesia católica, arruinando la reputación del cardenal, que para muchos equivale a una muerte social: ha estado dos años en la cárcel hasta ser absuelto por falta de pruebas, basadas en el testimonio inverosímil de un antiguo monaguillo. Hay que pensarlo despacio para entender el tremendo daño causado. Y ahora salta otro gran patinazo por fake news sobre las finanzas de la Santa Sede, según desvela Aceprensa.

Un error contable

Las cuantiosas transferencias de dinero del Vaticano a Australia que tantas sospechas despertaron han resultado ser un error contable de las autoridades australianas. Tampoco se han encontrado pruebas de que se emplearan fondos de la Santa Sede para perjudicar al cardenal George Pell en su juicio por abusos sexuales, de los que finalmente fue absuelto, y el eco de esta buena noticia es mínimo comparado con el escándalo anterior.

El pasado 22 de diciembre, la agencia australiana contra el blanqueo de dinero, comunicó a la Comisión de Justicia del Senado australiano que había detectado más de 40.000 transferencias al país procedentes del Vaticano durante seis años hasta el 2020. Todas ellas sumaban al cambio 1.465 millones de euros. Como esa suma tan grande resultaba difícil de explicar, los obispos australianos pidieron a la Santa Sede que aclarara los motivos y los destinos de esos movimientos de fondos.

Esa Agencia oficial australiana y su homóloga vaticana, revisaron las operaciones, y hace poco dieron a conocer que en realidad, las transferencias de la Santa Sede a Australia en ese periodo fueron 362, por un valor total de 6 millones de euros, al cambio, que según la Santa Sede se dedicaron «a algunas obligaciones contractuales y a la gestión ordinaria de los recursos propios». El error de la Agencia oficial australiana se debió a que interpretó mal los códigos de las operaciones, de suerte que atribuyó al Vaticano miles de transferencias ordenadas desde Italia. ¡Lástima!

Y de nuevo esa Agencia oficial australiana también cometió el mismo error en sentido inverso (tendrán que buscar nuevos funcionarios más expertos). Al principio dijo que se había transferido de Australia al Vaticano el equivalente de 75 millones de euros cuando en verdad fueron 17 millones.

Números inverosímiles

El asunto comenzó en octubre pasado, cuando la prensa italiana publicó que en 2017 y 2018 la Secretaría de Estado de la Santa Sede había enviado dinero a Australia para «perjudicar» la causa de George Pell ante la Justicia. En aquel entonces, la acusación preparaba el pliego de cargos contra el cardenal, que en diciembre de 2018 fue condenado a prisión, donde estuvo hasta que el Tribunal Supremo vio su recurso y lo absolvió: «Existe una posibilidad significativa de que se haya condenado a una persona inocente, porque las pruebas no eran suficientes».

En su día, tanto la policía de la ciudad de Victoria, donde tuvo lugar el juicio a Pell, como el organismo anticorrupción del estado (AUSTRAC), decidieron no examinar el supuesto empleo de fondos en contra del cardenal, por falta de indicios suficientes. Pero la policía federal australiana abrió una investigación, mientras el Senado, que se interesó por el asunto, pidió la información que finalmente se comprobó errónea. Ya antes de la revisión, los cálculos de ese organismo resultaban inverosímiles, pues suponían que la Santa Sede habría enviado desde 2014 una cuantía equivalente a cuatro veces su presupuesto anual.

 

De todas formas, siguen investigando las transferencias supuestamente relacionadas con el proceso al cardenal Pell. También se implica ex cardenal Angelo Becciu, que fue destituido por el Papa Francisco por unas inversiones inmobiliarias turbias. Por ahora no se han hallado indicios de que aquel dinero fuera para influir en el juicio a Pell.

Algo huele a podrido en Dinamarca, denunciaba Hamlet, y no le faltaba razón: corrupción, arruinar reputación, ruptura de la unidad… Algo huele mal en Australia, o por mejor decir, en una parte de la sociedad y cierta parte del poder judicial.

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