La levadura de los Jóvenes

El misionero Juan Pablo López Mendía, con veintiún años en Benín, consideraba que la huida de los jóvenes de la Iglesia en España contrasta con los africanos que llenan las iglesias: «Las Iglesias en África están llenas de jóvenes, pero aquí no hay nadie. Existe una generación que, junto a sus hijos, se ha ido de la Iglesia. Mientras España es una sociedad vieja, allí el 60% de la población tiene menos de 21 años. Ésa es la fuerza de un país». Aporta un dato pero no indaga en las causas pues es un asunto complejo.

La historiadora Roca Varea opinaba que «Lo de la Iglesia es imposible de explicar. La Iglesia -se lo dice una agnóstica respetuosa- es lo mejor y lo peor de este país. Tradicionalmente ha sido así y no la puedes quitar del medio porque es uno de sus pilares». Para añadir después que «La religión ofrece un sistema moral que cohesiona poblaciones. En el momento en que la religión deja de ofrecer ese sistema moral que cohesiona poblaciones, algún órgano social lo ofrece». Y pone como ejemplo el nacionalismo o el feminismo, que actúan como religiones políticas, que aparecen en el horizonte social diciendo lo que es bueno y lo que es malo.

Más que una moral

No le falta razón al decir que España -y añadimos que Europa y Occidente-, tienen pilares y raíces cristianas. Aunque no se trata sólo de una cuestión moral sino sustancialmente religiosa; es decir, el cristianismo es Jesucristo y no sólo una moral o unas Escrituras sagradas, algo puede costar de entender al agnosticismo. Eso ha querido subrayar la Iglesia desde Roma, con el documento «Placuit Deo» afirmando que la salvación obrada por Jesucristo -para todos los hombres- es mucho más que el buen ejemplo o una rectitud moral. Y anteriormente también la Conferencia Episcopal de España, publicaba el documento «Jesucristo, Salvador del hombre y esperanza de la sociedad», frente a cualquier relativismo religioso, propio del gnosticismo y agnosticismo.  

Ahora bien, desde esas posturas agnósticas se puede intuir el mundo trascendente de la religión, y específicamente en el cristianismo como algo sobrenatural al ser la manifestación histórica de Dios en Jesucristo, que ha fundado la Iglesia como comunión de lo divino y lo humano, ofrecida como camino de salvación; es más que esas utopías implícitas en las religiones humanas o en sus imitaciones como el nacionalismo, el feminismo, o el marxismo.

Y ciertamente cuando el cristianismo decae en algún lugar o cultura es sustituido por esos sucedáneos que ofrecen una cierta esperanza, aunque no logren llenar el corazón humano ni fundamentar la dignidad de todos los hombres y mujeres.

Jóvenes en la Iglesia

Volviendo al principio, me parece ese misionero señalaba que el buen futuro reside en los jóvenes. Y cuando una sociedad como Europa camina hacia el suicidio demográfico generando una sociedad de ancianos -imposible de sostener incluso económicamente en la sociedad del bienestar-, entonces esa sociedad tendría que apoyar con más fuerza a la familia y al matrimonio, primero con políticas favorecedoras de la natalidad y siempre con leyes que distingan el matrimonio de otro tipo de uniones.

Aunque muchos jóvenes se están alejando de la Iglesia -o quizá nunca han estado en ella al no ser bautizados por sus padres-, también es verdad que cada año se bautizan en España y en Europa miles de jóvenes que han encontrado a Jesucristo en la Iglesia. Y cada semana se reúnen millones de jóvenes y familias en torno a la Eucaristía y la caridad, que soluciona una buena parte de las bolsas de soledad y descarte. Y finalmente, las Jornadas Mundiales de la Juventud -como la siguiente en Panamá, con el Papa Francisco- reúnen a miles y miles de jóvenes, suficientemente preparados e ilusionados para celebrar la fe y transmitirla; con vocación de ser levadura que fermenta a la masa.

 

Siempre la esperanza sobrenatural y humana tiene la última palabra, y Dios sabe lo que se hace, incluso cuando los hombres no corresponden a los dones recibidos. Hay pues, continentes de la esperanza, como África, y esperanza también para el viejo continente.


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