Jesús en el tiempo

El Papa Francisco, besando una imagen del Niño Jesús.
El Papa Francisco, besando una imagen del Niño Jesús.

La Navidad es el mayor acontecimiento de la historia: un punto singular en el tiempo que se conmemora cada año y todos los días: Dios está con nosotros. Es la asombrosa Encarnación de Dios en el sentido fuerte y real de la palabra, que hasta entonces nunca pudo significar nada semejante. Porque Jesucristo no es un ser mítico celestial, un gran profeta, o un enviado de Dios sino que es sencillamente Dios, o con más propiedad, el Hijo de Dios encarnado en una mujer, la Virgen Madre, que lo ha llevado en sus entrañas durante nueve meses y lo ha dado a luz en Belén. En Navidad celebramos pues que la eternidad personal entra en el tiempo. Y el cristianismo no es un consuelo para los sencillos.

Se publica ahora una obra póstuma de Stephen Hawking titulada «Breves respuestas a las grandes preguntas». Es un texto divulgativo, como otros suyos que llegan al gran público, y que recoge sus reflexiones sobre el futuro de la ciencia y de la humanidad. Sin duda interesante e instructivo aunque con un «pero» de fondo.

Pienso que Hawking no es coherente con su propio método científico cuando da saltos de naturaleza filosófica para los que no está suficientemente preparado. Parece fuerte decirlo, pero es que nadie está obligado a saberlo todo ni a dominar el método filosófico ajeno a sus investigaciones. Hawking es deudor del método empírico moderno, que prescinde de cuanto no es experimentable considerándolo no científico. Se trata de una limitación cuando alguien salta al campo filosófico y teológico, ciencias que siguen otro método tan legítimo como el experimental.

Además los hombres, también los genios, están más influidos de lo que piensan por sus prejuicios vitales. En este caso, Hawking ha considerado siempre que la fe y la religión se han extendido porque proporcionan consuelo a quienes no entienden la ciencia. Y más aún sostiene, sin demostrarlo, que las potencias intelectuales son pura evolución de la materia.

En suma, según estos científicos, la mayoría de la humanidad sería religiosa por falta de conocimiento y de confianza en la ciencia. Esto lo piensan también algunos compañeros y colegas nuestros. Augusto Comte, autor del catecismo positivista de la nueva religión universal, ya pensaba así en el siglo XIX y se consideraba como el sumo sacerdote de la nueva religión científica, y no en sentido alegórico. Pero pasó el pensador francés y los hombres siguen creyendo en Dios, y desde Jesucristo la historia se divide entre antes de Cristo y después de Cristo. Por lo demás, los creyentes que hemos recibido el don de la fe cristiana, no nos consideramos superiores sino que sentimos la responsabilidad de rezar al Dios real por todos los que no tienen fe, siendo conscientes de que el Amor de Dios en Cristo también les llega a todos ellos. No sé cómo pero Hawking ya tendrá noticia de ello.

 
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