Un hombre no tan solo

Canonización de San Josemaría.
Canonización de San Josemaría.

Aquel sacerdote joven se encontraba solo en la habitación que ocupaba en el convento madrileño de los Paúles. Ordenaba unas fichas cuando vio la misión que Dios le confiaba y para que se había preparado sin saberlo. Por eso era sacerdote y por eso barruntaba un querer divino desde su adolescencia y aun antes. Es el misterio del hacer divino en un alma que elige para una tarea determinada.

Una luz en octubre

Era el 2 de octubre de 1928 y esa visión no era algo pasajero o intuición personal sino algo definido que estaba por hacer a partir de la experiencia sobrenatural de Josemaría Escrivá. Aun huyendo del protagonismo el fundador tuvo que hablar muchas veces de esa luz para extender la llamada a la santidad para todos en el mundo, a través del trabajo y las ocupaciones ordinarias.

Hoy día es doctrina comúnmente admitida que los trabajos y las responsabilidades son cauce para el encuentro con Dios, no solo de modo genérico sino como llamada a la santidad y al ejercicio de las virtudes animadas por la caridad. Pero durante siglos y hasta los comienzos del siglo XX no era una realidad asimilada y practicada por la mayoría de los creyentes, y eran escasos los cauces pastorales para llevarla a la práctica.

Mirando hacia atrás, corría el siglo IV cuando nació Jerónimo en la provincia romana de Dalmacia. Marchó a roma para estudiar, como hoy hacen muchos jóvenes con el Erasmus, y allí descubre la fe y recibe el bautismo. ¿Qué hace después? Marchar a la Tierra santa de Jesús para sentirle cerca y se retira como ermitaño, en silencio, oración, sacrificio. No se le ocurre que puede santificarse en el mundo, como la mayoría de los primeros cristianos. Más tarde volverá a Roma y será secretario del papa Dámaso y años después regresará a Belén, con la tarea inmensa de traducir la Biblia desde el griego de los LXX al latín, conocida como la vulgata, utilizada durante siglos hasta la revisión y actualización impulsada por el concilio Vaticano II y utilizada hoy como la neovulgata. En suma, no estaba en la mente de muchos comprometidos la llamada a la santidad en el mundo

Si nos referimos ahora a la cultura griega vemos que no consideraba el trabajo como ocasión de encuentro con Dios. Hasta pensadores como Aristóteles y Platón minusvaloraban los trabajos artesanales y el comercio pues valoraban los referentes al gobierno de la polis y a la estrategia ante las guerras. Tantas veces después el trabajo ha sido considerado en negativo como una necesidad inevitable para sobrevivir o incluso como un castigo.

Llamada a la santidad en medio del mundo

La vocación ilumina el sentido del trabajo como colaboración con Dios en su obra creadora no acabada para que los hombres vayan más allá. Se trata de descubrir el valor santificador y corredentor de las tareas humanas vividas en unión con Dios. Esta perspectiva tiene capacidad para entusiasmar a un mundo cansado y es una vacuna contra la visión pesimista del trabajo, o de las utopías que tanto daño han hecho desde la modernidad.

Ese estar en el mundo como vocación a la santidad y al apostolado será proclamado durante toda su vida desarrollando la institución y configuración del Opus Dei, con sus labores apostólicas y expansión a lo largo del mundo sin distinción de personas, razas o naciones.

 

Décadas después el concilio Vaticano II proclamará el mensaje de la llamada universal a la santidad en medio del mundo tanto en la Constitución sobre la Iglesia como en el Decreto sobre el Apostolado de los laicos.

La realidad eclesial del Opus Dei está extendida por todo el mundo y sus miembros llevan a cabo muchas actividades formativas con toda clase de gentes y atendiendo especialmente a los necesitados. Sin embargo, el apostolado principal es el testimonio personal de una vida cristiana coherente con espíritu de servicio y aportación a la sociedad mediante las tareas profesionales y la vida familiar. Son las personas quienes encarnan el Opus Dei en su vida y actividades ordinarias como lo más natural del mundo.

Volviendo al sacerdote de Madrid concentrado en oración y absorto en la luz divina explicaba después que empezó a trabajar para llegar a las almas con ese mensaje como a tientas a pesar de la gran claridad de esa vocación. En los primeros años sólo tenía la gracia de Dios, veintiséis años, y buen humor, que decía como un resumen parco de una actividad en busca de almas llamadas a encarnar ese espíritu de búsqueda de la santidad en medio del mundo. A pesar de ser un espíritu bien definido al principio no tenía nombre ni instrumentos apostólicos sino la persona del fundador y algunas personas a quienes comunicaba ese proyecto divino.

La canonización de san Josemaría Escrivá

El Opus Dei se acerca ya a los cien años con mucha paz y un renovado impulso de fidelidad al carisma recibido por su Fundador. Oportuno recordar precisamente ahora aquel 6 de octubre de 2002 en Roma con la canonización de Josemaría Escrivá con las palabras de Juan Pablo II:

«Ciertamente, no faltan incomprensiones y dificultades para quien intenta servir con fidelidad la causa del Evangelio. El Señor purifica y modela con la fuerza misteriosa de la Cruz a cuantos llama a seguirlo; pero en la Cruz – repetía el nuevo Santo - encontramos luz, paz y gozo: Lux in Cruce, requies in Cruce, gaudium in Cruce!

»Desde que el 7 de agosto de 1931, durante la celebración de la santa misa, resonaron en su alma las palabras de Jesús: "Cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32), Josemaría Escrivá comprendió más claramente que la misión de los bautizados consiste en elevar la Cruz de Cristo sobre toda realidad humana, y sintió surgir de su interior la apasionante llamada a evangelizar todos los ambientes. Acogió entonces sin vacilar la invitación hecha por Jesús al apóstol Pedro y que hace poco ha resonado en esta plaza: "Duc in altum!". Lo transmitió a toda su familia espiritual, para que ofreciese a la Iglesia una aportación válida de comunión y servicio apostólico. Esta invitación se extiende hoy a todos nosotros. "Rema mar adentro - nos dice el divino Maestro - y echad las redes para la pesca" (Lc 5, 4).

»Pero para cumplir una misión tan ardua hace falta un incesante crecimiento interior alimentado por la oración. San Josemaría fue un maestro en la práctica de la oración, que consideraba una extraordinaria "arma" para redimir el mundo. Aconsejaba siempre: "Primero, oración; después, expiación; en tercer lugar, muy en «tercer lugar», acción" (Camino, 82). No es una paradoja, sino una verdad perenne: la fecundidad del apostolado reside, ante todo, en la oración y en una vida sacramental intensa y constante. Éste es, en el fondo, el secreto de la santidad y del verdadero éxito de los santos.

»Que el Señor os ayude, queridísimos hermanos y hermanas, a acoger esta exigente herencia ascética y evangelizadora. Os sostenga María, a quien el santo fundador invocaba como Spes nostra, Sedes Sapientiae, Ancilla Domini».

Volviendo al principio, aquel sacerdote que recibió la inspiración del Opus Dei en Madrid no estaba tan solo mientras oía las campanas de la cercana iglesia de Nuestra Señor de los Ángeles que celebraba a su Patrona. Un sonido que le acompañará toda la vida con la seguridad de cumplir una llamada específica de Dios, porque se han abierto los caminos divinos de la tierra.

Y cuando años más tarde llegó a Roma para estar junto a la Sede de Pedro pasó su primera noche en oración. Allí mismo tuvo lugar la solemne ceremonia de su canonización y estará definitivamente acompañado por los miles de personas de todas las lenguas, razas y colores que abarrotaban la Plaza de San Pedro, y ahora trabajan felices en medio del mundo.

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