La fe curativa desde la Lumen fidei

Hans Küng ha publicado ¿Tiene salvación la Iglesia? en el que avisa de tres tentaciones de la Iglesia en general y del Papa en particular: dar por supuesto que sus ideas son las de Dios; exceso de confianza con sí creyendo que su fidelidad es obvia; y en tercer lugar el recelo ante quien tiene un amor más puro a Jesucristo. Quizá sean tentaciones de la Iglesia peregrina en este mundo pues las miserias humanas no han desaparecido de los hombres con la venida de Jesucristo, aunque sí es cierto que la gracia triunfa sobre los pecados de los hombres. Pero qué casualidad que Küng es proclive a señalar las tentaciones de la Iglesia y a denunciar sus males, pero arrima poco el hombro para construir algo positivo, y sigue con la querencia tan propia de un intelectual de acusar de lo que mismo que cojea pues parece que el teólogo supone que sus ideas son las de Dios.

Un artículo de otro intelectual creyente, Víctor Márquez Reviriego, presenta unas ideas de Soren Kiekegaard. Un hombre bastante atormentado muy capaz para la crítica y la denuncia pero incapaz también de construir. En su tiempo, siglo XIX, fustigada el aburguesamiento y poco espíritu de los eclesiásticos luteranos que él conocía y hasta estuvo a punto de ser pastor luterano. Sin embargo no conoció la Iglesia católica de verdad. Otro intelectual que diagnostica enfermedades sin ser capaz de curar.

A lo largo de historia del cristianismo encontramos muchos intentos humanos de purificar a la Iglesia, o lo que ellos piensan que es la Iglesia de Jesucristo, pero no han logrado mejorarla directamente. Sí es verdad que muchas veces han removido -en exceso por cierto- la tierra y aparecen gusanos que otros hombres -siempre son otros con fe, sacrifico y mucho amor- quienes se han encargado de purificar y curar. Porque para hacerlo hay que ser muy humildes, muy caritativos, y muy sobrenaturales. Por eso me quedo con el papa Gregorio, con el de Aquino, con Catalina, con Moro, con el poeta de la Cruz, con el penitente de Alcántara, con Teresa y Teresita, con el obediente Padre Pío, etcétera, etcétera, etcétera.

 
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