El Catecismo cumple 30 años

Catecismo de la Iglesia Católica.
Catecismo de la Iglesia Católica.

Se cumplen estos días treinta años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica[1]: una exposición completa y sistemática de la doctrina y de la vida cristiana. Unas enseñanzas para ser cristianos convencidos y convincentes que saben dar razones de la esperanza. En un tiempo que ofrece tantos asistentes y motores de búsquedas este Catecismo ofrece respuestas a los principales interrogantes del hombre.

También se cumplen sesenta años del comienzo del Concilio Vaticano II que ha impulsado el gran proyecto de la renovación de la Iglesia. Precisamente durante el pontificado de Juan Pablo II se publicó el Catecismo como aplicación del Concilio que ha preparado a la Iglesia para el siglo XXI.  

Durante los años de preparación y redacción del Catecismo pedido se consultó a expertos de todo el mundo, tanto en la teología y catequesis como en la pastoral. En el Magisterio del Catecismo está presente el dinamismo entre novedad y continuidad que proclamaba el Vaticano II al afirmar que bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su último fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y siempre.

Novedad en la continuidad

Hace cinco años el papa Francisco decía que el Catecismo ha nacido para iluminar con la luz de la fe los nuevas situaciones del mundo con la novedad y continuidad del Evangelio. La novedad en la continuidad es la clave para entenderlo y encontrar luces nuevas para impartir unas clases, una catequesis, o tener claridad sobre temas candentes: naturaleza del matrimonio, la defensa de la vida, la resurrección futura, los ángeles, la dignidad de la personas, la libertad y las libertades, le educación integral, o formación de la conciencia.

En este sentido Francisco subrayaba que el depósito de la fe no puede entenderse como algo estático, pues «la Palabra de Dios no puede ser conservada en naftalina como si se tratara de una vieja manta que hay que proteger contra los parásitos». Por el contrario, «la Palabra de Dios es una realidad dinámica, siempre viva, que progresa y crece porque tiende a un cumplimiento que los hombres no pueden detener».

Continuidad en el Compendio del Catecismo

En el decreto de su publicación, en 1992,  Juan Pablo II respondía al deseo del Concilio de elaborar «un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto en materia de fe como de moral, para que sirva casi como punto de referencia para los catecismos o compendios que se preparan en las diversas regiones». Añadía que «la presentación de la doctrina debe ser bíblica y litúrgica, y ha de ofrecer una doctrina sana y adaptada a la vida actual de los cristianos». Ese apoyo en la Escritura y en Tradición viva de los Padres, y en la vida de los santos, ilumina este Catecismo al mostrar la armonía de la fe compartida, celebrada, vivida y orante.

Después, en el año 2005,  el papa Benedicto XVI presentó el Compendio[2] como un vademécum que inspire también los contenidos y prácticas de los catecismos preparados por los obispos y las conferencias episcopales del mundo. Es una síntesis fiel y segura que contiene de modo preciso, con preguntas y respuestas breves, todos los elementos fundamentales de la fe católica, para mayor claridad de los fieles.

 

Siguiendo al Catecismo, este Compendio está articulado en cuatro partes: la profesión de la fe, la celebración del misterio cristiano, la vida en Cristo y la oración cristiana. Es decir, esta síntesis es una fuente de ideas sobre lo que podemos creer, porque Dios lo ha manifestado y lo enseña la Iglesia; los sacramentos que necesitamos recibir para ser verdaderos cristianos; la vida moral propia de los discípulos de Jesús, y lo que necesitamos pedir en nuestra oración hijos de Dios. Naturalmente todo se refiere a Jesucristo, la Palabra única de la que hablan todas las palabras del Evangelio, y el centro de la vida cristiana.

Luz para caminantes

En el tiempo desconcertado de la posverdad hay que agradecer al Catecismo y su Compendio que ofrezcan asideros firmes para que los católicos sepamos orientar la vida, el trabajo y nuestra misión en la sociedad. No es sólo una defensa de las verdades de la fe hacia dentro sino una ayuda a la cultura actual que ha perdido en varios aspectos el lenguaje común para poder dialogar con las otras personas y culturas. En efecto, el Catecismo utiliza el lenguaje natural que llama a las cosas sencillamente por su nombre: naturaleza humana, alma, ley natural, amor humano, matrimonio, bien común, virtud, fidelidad, oración, etcétera.

Responde de este modo a los interrogantes de todas las personas, incluso las que todavía no conocen a Jesucristo. Por ejemplo: ¿Dios es todopoderoso también contra el mal?; ¿dónde está el origen del hombre?, ¿qué hay más allá de la muerte?, ¿es posible la resurrección?, ¿para qué sirve la Iglesia?, ¿la democracia admite el relativismo?, ¿el matrimonio puede ser para siempre?, ¿el embrión es un ser humano?, o también ¿escucha Dios nuestras peticiones? Y tantas otras.

La estructura del Catecismo y del Compendio muestran la unidad de la fe en sus principales facetas como compartida, celebra, vivida y orante, todo bien armonizado. Se reconoce la unidad del pensamiento sobre el hombre en el mundo, para superar la fragmentación del saber, que desorienta a muchos científicos y aún más a la gente común. Por ello es como un remedio para el agnosticismo, esa enfermedad del pensamiento moderno, que lo mantiene en la desconfianza de nuestra capacidad para hallar la verdad y vivir conforme a sus exigencias.

Esta luz de la fe es bien distinta de cierto sentido ecológico que convierte la naturaleza en algo animista sin trascendencia y sustituye al Dios real. Entonces esa "religión" carece de contenidos de fe concretos, apenas incluye obligaciones morales y se apoya en las solas fuerzas humanas: es una elaboración de los hombres para los hombres. En cambio, el cristianismo es religión revelada por Dios personal, Uno y Trino, en la persona divina de Jesucristo, que enseña verdades bien determinadas contenidas en el Credo, concede la gracia eficazmente mediante los sacramentos como prolongación de la Humanidad santísima de Jesucristo, y solicita nuestra libertad para cumplir fielmente los mandamientos de Dios.

Por todo ello, este aniversario es una buena ocasión para comprobar si tenemos en casa el Catecismo y el Compendio, si lo consultamos con los medios electrónicos que ahora disponemos, a fin de tener mayor claridad sobre Dios y sus misterios, sobre la persona humana y su misión en el mundo actual, y sobre la rectitud moral con una conciencia bien formada.

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