Navidad, siempre Navidad

Asistimos estos días a varios intentos de desvirtuar el sentido cristiano de la Navidad. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid ha suprimido la representación luminosa de la Sagrada Familia en la emblemática Puerta de Alcalá de Madrid. Unos desconocidos, indignados sin duda, han colocado allí otra representación más sencilla pero más noble reivindicando la Navidad en vez de las florecitas colocadas por ese Ayuntamiento. Día tras día abundan las columnas, artículos y cartas en la prensa o en la redes sociales recordando el genuino sentido de la Navidad. Y genuino es lo que nace proyectado en la existencia por encima de las ideologías o intentos de distorsionar la realidad.

El socialista Francisco Vázquez ha publicado un artículo en ABC en este sentido pues rechaza la adulteración de la Navidad en simples fiestas de invierno. Se refería al voto de los católicos entendiendo por tales a los bautizados que practican, que son unos diez millones de asistentes habituales a la Misa de los domingos. Y ha escrito que: “En estos años últimos los católicos nos hemos visto engañados por unos y amenazados por otros, y siempre ninguneados por todos, carentes del más mínimo gesto de atención o de cariño”. No exagera y pienso que si somos coherentes tendremos que ningunear a los partidos que boicotean la Navidad, engañan a las familias, o pretender asfixiar a las escuelas concertadas. Así lo dice Vázquez: “ Quienes tienen a gala para nada relacionarse con la Iglesia, en justa reciprocidad reciban en las urnas su mismo trato por parte de los católicos”. Unas elecciones darán el paso a otras y así sucesivamente. De modo que la responsabilidad no está sólo en los políticos y sus manejos sino en ese pueblo de bautizados, que son el setenta por ciento, y tienen capacidad para mantener o expulsar a las ideologías enemigas de la libertad que confunden voluntariamente como trileros la aconfesionalidad con el laicismo negativo.

El mismo Ayuntamiento madrileño ha jibarizado el Belén de otros años en su Gran Palacio de Cibeles reduciéndolo hasta seis metros cuadrados, a pesar del gran espacio que tiene su recibidor. La realidad es que apenas tiene visitantes y esa sede está más vacía y triste en esta Navidad. En cambio la antigua Casa de Correos, sede de la Autonomía de Madrid en la Puerta del Sol ha mantenido el tradicional Belén, siempre renovado, y recibe gran afluencia de visitantes que hacen colas con tal de disfrutar de la Navidad.

Precisamente el gran patio de ese edificio alberga estos días un bosque de la alegría con más de veinte abetos adornados de estrellas, donde los pequeños pueden escribir sus deseos. Y naturalmente algunos se ríen del cercano Ayuntamiento de Cibeles poniendo algunas cosas heterodoxas: “Deseo que Podemos no gane“, “Que Carmena deje de ser alcalde“, “Carmena, que te parta un rayo“. No es muy bonito pero muestra que hasta los niños se dan cuenta del laicismo rampante inoculado por los neopaganos.

Por otra parte, frente a los grandes almacenes, como El Corte Inglés afectados de asepsia que intentan seducirnos con animalitos cantarines pero sin Navidad, muchos comercios pequeños exhiben con naturalidad sus Belenes y atraen más clientes. Sin embargo ese pueblo teóricamente católico se deja el sueldo en esas grandes superficies.

Además, los Reyes Magos contagiados de ideología de género disfrazados ahora de mujer son el hazmerreir de los vecinos que no cesan de hacer chistes por internet. Incluso la concejala Esther Gómez del distrito de Carabanchel ha prohibido al colegio Arenales participar en la cabalgata como vienen haciendo desde hace años porque le parece que discrimina al tener aulas distintas para chicos o para chicas. La AMPA de ese colegio ha decidido emplear el dinero destinado a la carroza a comprar más juguetes y distribuirlos ese día a las familias de la Cañada Real. Y es que la libertad generosa tiene innumerable salidas que el totalitarismo no puede cerrar.

Una vez más son las ocurrencias de la extrema izquierda que intenta inútilmente disolver la Navidad ocultando que celebramos el nacimiento del Niño Dios, que abre sus brazos incluso a los que no le quieren recibir. Es una disolución que acaba en luces, flores y nieve, inexistente por cierto esta Navidad, como si fuera una broma de la naturaleza creada por Dios a ver si los laicistas recuperan al menos un poco de sensatez porque su fe la damos ya por finiquitada. Y así su alegría destellos, pelucas ridículas y matasuegras se disuelven como pompas de jabón.

Jesús Ortiz López

 
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