Gestos y palabras del Papa Francisco

La pobreza cristiana no es fácil de comprender. Hay pobres pobres, ricos ricos, y también pobres que son ricos, o ricos que son pobres. Rafaela Ybarra de Vilallonga, madre de familia rica de Bilbao a finales del siglo XIX fue beatificada hace unos años por Juan Pablo II y ahora José Luis Olaizola publica un libro sobre ella, casi una novela costumbrista titulado El Jardín de los tilos. Recomendable para ver cómo la buena posición puede ser un trampolín para vivir profundamente la caridad. Si no, probablemente no existirían universidades, colegios, hospitales, asilos, cajas de ahorro, etc., pues nacieron de la caridad de gente rica y con fe.

Lo sorprendente es que Rafaela fue esposa jovencísima y enamorada de José Vilallonga, madre de cinco hijos, uno con minusvalía, profesional de hogar -diríamos hoy- para educar a sus hijos y dirigir el servicio. Fundó La Casa de Misericordia, bien conocida en Bilbao y alrededores. Y sobre todo fundaría después la comunidad de los Santos Ángeles Custodios aprobada como Congregación el mismo año de su muerte después de su muerte. Una obra que comenzó por moción divina para recoger a jóvenes necesitadas para que cayeran en la marginación.

Entonces, los gestos del Papa Francisco y la vida de Rafaela Ybarra, recién publicada, son antídoto frente al error de la pobretería en la Iglesia, como ahora iniciara un camino nuevo: una Iglesia de la pobretería, de un culto ramplón, de un bajo nivel humano y carente de templos y lugares representativos. Y me parece que nada de esto se advierte en las celebraciones del Papa, en la categoría humana de Francisco, en la claridad de su doctrina. Porque la Iglesia siempre experimentará la tensión de vivir con los pies en la tierra y la Cabeza en el Cielo: no están esculpidos los caminos para vivir los detalles pero sí está señalado el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso los gestos del Papa Francisco de vestir ahora con sencillez, de no vivir en los apartamentos pontificios aunque sí trabajar en ellos, de caminar el domingo a la iglesia de Santa Marta para celebrar la Santa Misa como un párroco más que es el Obispo de Roma, no lo olvidemos, todos estos gestos muestran su decisión personal de desprendimiento de sí mismo y de su vicariato único no quieren mermar los más mínimo la autoridad y el gobierno del Romano Pontífice.

Jesús Ortiz López

 
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