El servicio de don Juan José Asenjo

Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.
Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

No sé si don Juan José, que lo ha hecho muy notable en Sevilla, ha querido despedirse, de alguna forma, con una carta pastoral de inicio de curso en la que se leen cosas que nadie parece atreverse a decir por la Iglesia. Y digo despedirse porque el día 15 de octubre está muy cerca.

Es una carta que habla del amor de Cristo, que nos urge, particularmente el amor a los más pobres y necesitados. Sin duda que profundiza en la opción preferencial por los pobres, en la prioridad de los excluidos, de los descartados, con buena teología y mejor capacidad argumentativa.

Pero también lanza algunas advertencias sobre lo que significa el trabajo de la caridad en la Iglesia, que quienes trabajan en este ámbito sufran tensiones, desgarros, reduccionismos.

O que la caridad de la Iglesia se convierta en la puerta por la que se cuelen comprensiones de Iglesia ajenas a las que la Iglesia ofrece de sí misma.

La carta también recuerda todo lo que la Iglesia en Sevilla ha hecho, y está haciendo sobre todo en estos tiempos de pandemia, por los que se han quedado sin trabajo, por los que necesitan los recursos básicos para sobrevivir.

Alejada de toda retórica hueca y de ese buenísimo que circula por ahí, don Juan José se remanga y llama a las cosas por su nombre. Lo que es un síntoma de inteligencia.

No seré yo quien recuerde lo bueno, y lo menos bueno, que ha hecho don Juan José en Sevilla. Creo que, entre otras decisiones, el haber conseguido una Facultad de Teología, y su empeño en el Seminario, no son mala herencia.

Volviendo a la carta, que podrán encontrar algo escondida en la página web de la diócesis, permítanme tres ideas literales.

1.- “Existe otro riesgo que también puede acechar a nuestras instituciones de caridad, la hiperactividad, es decir, el afán por hacer muchas cosas, de ser muy eficaces a costa de lo que sea, primando la cantidad sobre la calidad. Nace así la macro-organización dominada por la burocratización, por la “lógica organizativa y burocrática” que tiende a constituirse en un fin en sí misma, olvidando el estilo específicamente cristiano y convirtiendo nuestras instituciones socio-caritativas y las diputaciones de caridad de las hermandades y cofradías en una especie de organización o agencia de “servicios sociales”, perdiendo toda referencia a Dios, del que nuestro servicio a los pobres es manifestación, expresión o epifanía. Domina entonces la frialdad organizativa, más que la capacidad de hacerse cercano y solidario con el que sufre.

 

2.- “Otros riegos son la falta de criterios a la hora de seleccionar a los técnicos, que siempre deberían ser personas “de casa”, con un claro perfil cristiano y eclesial y una identificación comprometida con lo que nuestras instituciones de caridad significan”.

Y 3.-, hablando de riesgos: “Mimetizarnos con las demás ONGs, presentarnos como una ONG más, no vaya a ser que por la condición eclesial se vean mermadas las subvenciones en el marco de un Estado aconfesional. La verdad es que Cáritas civilmente es una ONG, y justamente una de las más prestigiosas, eficaces y austeras en sus gastos de organización. Pero Cáritas eclesialmente es algo más, mucho más. La impronta propia que configura la identidad de nuestras instituciones de caridad desde dentro es “el amor de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5,5)”.

  

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