Sánchez y la nueva religión de Estado

Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez.

No hace falta ser un Mircea Eliade para poder interpretar el simbolismo del mal llamado “funeral laico de Estado”, el acto de memoria por las víctimas de la pandemia.

Acto, por cierto, al que asistieron, -voy a decirlo en lenguaje de la corrección política-, algunos de nuestros líderes religiosos. Entiendo que ahora lo que prima, en la relación con el Gobierno, es no dar motivos para la confrontación y el conflicto. Ser buenos chicos y procurar no traer problemas. Pues eso…

Toda política es también simbólica. Y el simbolismo, para algunas escuelas de pensamiento, es más importante que la realidad en tiempos en los que todo son interpretaciones. Por eso, el círculo, el círculo hermenéutico, el círculo iniciático. Todos los invitados alrededor del fuego sagrado de la memoria. Como si hubiéramos vuelto al espíritu de la tribu en torno al fuego reparador, que permanece, que da calor, que alienta la imaginación y nos conecta con la otra dimensión, el mundo suprasensorial. El fuego que purifica, limpia y nos deja en la esencia, el polvo.  

Junto al círculo, el gesto del ofrecimiento de esa rosa blanca, en trance de convertirse en rosa roja, por la sangre vertida y la palabra. Y en la narrativa, que se dice ahora, dos figuras del tiempo actual: memoria y cuidado.

Los postconceptos que han articulado el lenguaje de la religión humanista de Estado de Pedro Sánchez, el pontífice del movimiento definitivo de la modernidad de España, el paso definitivo de la era postzapatero.

Memoria y cuidado son los ejes de las dos filosofías sociales más evidentes de nuestro tiempo. La memoria de las víctimas, que nace como sustituto y lenitivo al concepto de redención, memoria por redención y redención a través de la memoria, raíces judías, tamiz del postcristianismo. La razón de las víctimas que siempre implica la  necesidad de justicia con el victimario. Dialéctica y profanación de la filosofía de René Girard.

Y cuidado, que es como la presencia laica del sacramento de lo humano, en una sociedad de cuidados, en la que el sacerdocio es una nueva forma de cuidado de la humanidad. Lo sanitarios, pontífices del nuevo humanismo.

Y si a eso le añadidos escenografía mediática, el halo de espectáculo, tenemos un perfecto ritual de la religión laica del Estado.

Bueno, les faltó los ornamentos, pero ese será el siguiente paso. Y allí estábamos y en esa estamos. Ni historia, ni pasado, ni imaginarios religiosos de revelación, ni respecto a las creencias por presencia, que la ausencia también es una falta de reconocimiento.

 

¿Acaso Dios no ha entrado en la historia para enseñarnos a elevar un poco la mirada sobre los elementos primigenios de la naturaleza?

                           

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